El Quito de siempre se encasta y renace

Novillero. El joven José Andrés Marcillo fue el triunfador. (Foto: Andrea Acosta)
Novillero. El joven José Andrés Marcillo fue el triunfador. (Foto: Andrea Acosta)
Novillero. El joven José Andrés Marcillo fue el triunfador. (Foto: Andrea Acosta)
Novillero. El joven José Andrés Marcillo fue el triunfador. (Foto: Andrea Acosta)

Los toreros de la tierra festejaron a la ciudad en la Plaza Belmonte.

Por: Santiago Aguilar• La celebración de los 484 años de la Fundación de Quito habría pasado inadvertida. Más aún si consideramos la decisión oficial de trasladar el feriado al 7 de diciembre, que completó el ambiente ordinario que presentó la urbe. Situación distinta, muy distinta, a los tiempos de fiesta.

Pese a la ordinaria rutina de tráfico, el corazón festivo de Quito continúa latiendo. Cada vez con mayor vigor, ya no disimulado u oculto. Ya no encubierto o contenido. El Quito taurino palpita ahora con fuerza, con dignidad y orgullo. El Quito taurino levanta su voz y ofrece rostro e identidad para exigir sus derechos.

El pasado jueves, mientras el amorfo monstruo de hormigón, ruido y esmog bramaba y se retorcía, en un rincón miles de quiteños volvían los ojos a su esencia. Expresaron con su presencia, en la Plaza Belmonte, que el Quito de la libertad recupera su nervio y pujanza, que el Quito de siempre se encasta y renace.

Qué mejor forma de celebrar el día mayor de la ciudad con un festejo taurino, cuyo cartel estuvo conformado por toreros de la tierra, los que, sin excepción, a su manera, de acuerdo a sus capacidades se prodigaron en la arena de este recinto medular.

Las acciones en la plaza
El rejoneador David Albuja abrió la tarde con las siempre llamativas suertes del toreo a caballo. Montando a ‘Guambra’, prendió los rejones de castigo y se lució a la rienda de Belmonte al colocar banderillas cortas, que se reflejaron en la oreja simbólica que se le otorgó.

Mientras, el matador de toros José Antonio Bustamante lanceó a gusto de capote tanto de rodillas como al dibujar compuestas verónicas; con la muleta instrumentó destacadas series con la mano derecha que le permitieron obtener un trofeo.

El novillero Martín Camacho no pudo trascender por las características de las reses que enfrentó; con el corrido en tercer lugar no logró descifrar su lidia y el sobrero de regalo no le ofreció opciones.

El triunfo grande vino de manos de José Andrés Marcillo, joven torero que paso a paso se convierte en una novedad digna de tomarse en cuenta de cara al futuro. Se dio gusto con el buen novillo Panecillo con el hierro de Triana, desde los lances de capote iniciales, el despacioso quite por chicuelinas y, luego, lo más importante: un largo quehacer de muleta con pases de diversa factura, desde naturales y derechazos hasta los circulares y manoletinas con que se adornó al final. La obtención de los dos trofeos le abrió la puerta grande.

El caso es que el festival goyesco segundo capítulo del tradicional serial de la Plaza Belmonte, supo a ilusión y esperanza.