A propósito de agua y árboles

PAULINA CORONEL PÁEZ

El gigantesco deslave que afectó a uno de los principales canales de abastecimiento de agua de Quito, capital del Ecuador, y que dejó sin este recurso vital a media ciudad, por más de 48 horas, nos pone ante una realidad lamentable: ni Quito, ni el país, ni los gobernantes, ni la ciudadanía estamos preparados para enfrentar un desastre natural que afecte a los servicios básicos, como puede ser el mismo deslave, un movimiento telúrico o la tan temida erupción del volcán Cotopaxi. No solo Quito, el resto de ciudades tampoco.

En el caso de Latacunga se realizan simulacros de evacuación, pero no se conoce un plan alternativo de dotación de agua, por ejemplo. O un programa de capacitación familiar, para que cada ciudadano sepa proteger sus fuentes de agua o vaya preparándose con un sistema de almacenamiento, que le permita abastecerse de este líquido vital. Por más tanqueros que estuvieron al servicio de la ciudadanía y por más suspensión de actividades, la experiencia fue dura para todos. Ojalá la lección sea positiva.

En el caso del árbol caído en San Francisco, en Latacunga y que dejó daños materiales y la pérdida de una vida humana. Si existe una Dirección de Parques y Jardines, en el Municipio, se entiende que esta debe encargarse del mantenimiento de dichas áreas y por tanto debe conocer el estado de las plantas que las integran.

Más aún cuando se da a entender que los personeros municipales saben de la amenaza de ciertos árboles que existen en la ciudad pero que por la demora de los trámites burocráticos no pueden reemplazarlos. Una vida humana no se recupera por más excusas que existan, así como tampoco las grandes pérdidas económicas en la capital. Si hay culpables o no. Ya ocurrió y es lamentable.