Lorenzo va al Monasterio

PAULINA CORONEL PÁEZ

Lorenzo Voltolini, arzobispo de Portoviejo y conocido en Latacunga por su trabajo pastoral, específicamente en la parroquia Ignacio Flores decidió renunciar a su cargo e ingresar a un Monasterio. El pasado 14 de septiembre, el Papa Francisco aceptó su solicitud.

El pastor de la Iglesia Católica tiene 70 años y dice que su decisión no se debe a motivos de salud ni debido a una crisis interior, sino porque pretende concentrarse en la oración y que cree que “es sabio dejar que otros más jóvenes y capaces administren una iglesia local en crisis positiva de crecimiento”.

Lorenzo, como lo llamábamos quienes lo conocimos, nos dejó en su paso por Cotopaxi, una lección de preocupación por los más pobres. Su prioridad siempre fue el sector indígena, visibilizar a los no vistos y evangelizar no solo con la Palabra.

En Manabí hizo lo suyo, sobre todo, después del terremoto ocurrido en esta provincia en 2016, hecho que sacudió el ritmo de su vida y de toda la arquidiócesis, según sus propias palabras.

Ahora opta por la vida contemplativa, por la oración para que la Iglesia sobreviva y no retroceda, según narra en una carta hecha pública por la Arquidiócesis de Quito. Quiere alcanzar a todos en el Señor y prepararse para su encuentro con Dios por siempre. Y para eso, en noviembre regresa a esta provincia, al Monasterio Santa María del Paraíso, en Salcedo; después de 44 años de sacerdocio, 25 de los cuales los pasó en el episcopado.

Su vida estuvo al servicio de sus semejantes y por tanto de Dios, de una manera disciplinada y fuerte, desde el punto de vista de un trabajo a tiempo completo.

Lejos de su patria, encontró en el Ecuador, su camino. Cuántos de nosotros estamos dispuestos a imitar en algo lo que es la vida de este Obispo, amigo y por sobre todo fiel servidor de Cristo.