Cáncer social

Franklin Barriga López

La situación de Finlandia es admirable, debido a los éxitos alcanzados por implementar, con autenticidad y continuidad, políticas y prácticas acertadas.

Se le reconoce como la nación más estable, segura y mejor gobernada del mundo, a causa de los éxitos en la educación basada en sólidos valores morales y éticos como formas de vida en todos los ámbitos, la vertical e independiente administración de justicia, la institucionalidad como eje del desarrollo, incentivos sociales en lugares correctos, entre otros factores de prosperidad.

Esta atmósfera de transparencia, pundonor, estabilidad, incrementada por absoluta libertad de prensa, ha posibilitado que Finlandia se ubique entre los países menos corruptos del planeta, lo que genera la confianza necesaria para que los millonarios inviertan en su tierra y contribuyan al fisco y, a su vez, atraigan recomendables inversiones del exterior, y el adelanto siga su marcha.

Todo lo anotado va en contraste de aquellas latitudes infestadas de corrupción; este cáncer social prefiere la administración pública, allí fomenta la “construcción de elefantes blancos y catedrales en el desierto”, imagen que revela proliferación de obras envueltas en sobreprecios, sobornos, picardía.

Diario La Hora (4-10-2018) publicó noticia con este titular: “70 mil millones en pérdidas por corrupción en gasto público durante el correísmo”, que responde a investigación efectuada por el BID; concluye la información: “El cálculo de lo que pierde anualmente Ecuador por corrupción superaría las estimaciones establecidas hasta la fecha”.

Si se quiere salir del pantano del subdesarrollo y las desilusiones, el combate real a la corrupción y el despilfarro deben ser inflexibles políticas de Estado en nuestro medio.

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