11 de noviembre de 1820: el recuerdo para construir el futuro

POR: FRANCISCO ULLOA ENRÍQUEZ

La independencia hemos de analizarla a la luz de las realidades que vive nuestra tierra. Para soñarnos independientes debemos hacer que las semillas revolucionarias de Feliciano Checa, Fernando Sáenz de Viteri, Ramón Páez Iturralde, Pedro León de Berrazueta, Calixto Pino Iturralde, Lizardo Ruiz Villacreses, entre otros, germinen al mismo tiempo y saquemos a Latacunga de la postración en la que la han sumido administraciones de autoridades mediocres. La creación de nuevas y renovadas soberanías independentistas se alcanzará cuando tengamos GADs que construyan gobiernos participativos.

Al mirar el pasado, después de habernos declarado independientes de la abusiva administración hispana, es necesario hacernos una pregunta cargada de angustia ¿por qué la equidad, justicia, igualdad y desarrollo no forman parte plena del diario vivir de muchos latacungueños?

Es indispensable articular los acontecimientos sucedidos con los desafíos presentes y futuros, es hora de dejar de contar la historia como un cuento ajeno a nuestras vidas, es indispensable construir la memoria colectiva que nos ayude a aprender de los aciertos y de los errores. No basta con utilizar los medios de comunicación para enviar saludos patrioteros que huelen a vanidad y lucimiento individual antes que a sentimiento, razón y espíritu de expresión querendona a esta tierra hermosa, digna de mejor suerte.

Transcurridos 198 años de la expresión rebelde de los patriotas que, con sangre y fuego, proclamaron la independencia, hay promesas incumplidas de transformación. Si queremos un futuro que acabe con el neocolonialismo, un futuro que no discrimine, un futuro que genere oportunidades para todos es indispensable empoderarnos de nuestra identidad histórica que marca las pautas del esfuerzo compartido en la minga, del derecho a construir el desarrollo en el marco de la práctica real y efectiva de la interculturalidad al reconocer el gran potencial de la diversidad.

Cualquier otro tono en el que nos preguntemos sobre el pasado, no merece responderse, porque es odioso y ocioso todo aquello que únicamente instruye, sin acrecentar la actitud proactiva para generar los cambios necesarios y construir una Latacunga incluyente. Ser capaces de mantener viva la memoria histórica, ese recuerdo colectivo, como una evocación volcada hacia el presente, como un valor simbólico de las acciones vividas por el pueblo; es preservar la identidad y no olvidar lo aprendido. Sabemos que es un ejercicio peligroso porque recordar que un día tuvimos el valor de declararnos libres, amenaza con romper el dominio de quienes en nombre de esa independencia, hoy, se aprovechan para mantener cadenas de oprobio y sometimiento.

Son más de quinientos años de la llamada resistencia indígena y nuestros pueblos ancestrales aún permanecen postergados. De poco ha servido que unos cuantos dirigentes indígenas hayan alcanzado dignidades de elección popular o designación en altos cargos de gobierno, mientras se mantienen los principios neoliberales de una seudo República, donde los sectores dominantes siguen siendo aquellos que manejan el poder económico, las cosas no cambiarán y grandes masas desposeídas seguirán formando parte del ejército de dominados.

Un pueblo con memoria histórica es dueño de su destino. Basta de aniquilar los símbolos, el lenguaje, vaciar la educación y la vida. Los problemas que ahora vivimos, ya los vivieron otros, antes que nosotros. Sin conciencia histórica estamos condenados a vivir un eterno presente, la repetición constante del mismo sufrimiento. La evocación histórica está dedicada a la reminiscencia de “los sin nombre”, no solo porque se rescata del olvido sus nombres, sus trayectorias y sus datos, sino porque pone en tiempo presente sus acciones. Recordarlas significa querer y poder reproducirlas, saber para qué sirven, recrear sus objetivos, participar de sus sueños. Son aspectos para reflexionar en profundidad, repensar la vida y plantearnos un nuevo estilo de latacungueñidad, más allá de los sentimentalismos.

Creemos que esa Latacunga Romántica debe ser más que un hermoso pasacalle cantado con sentimiento y emoción. Todos, los aquí nacidos y aquellos que hemos venido de lejanas tierras a ser parte de este multicolor conglomerado social, convertirnos en “mashcas de corazón” y encontrar en la potencia telúrica, de nuestro volcán símbolo, la fuerza espiritual que mueva voluntades e inteligencias hacia la conquista de los más caros ideales para esta hermosa ciudad y provincia. En el éxito o en el fracaso de Latacunga todos tenemos responsabilidad, unamos esfuerzos, analicemos nuestra realidad, discutamos, debatamos ideas y comencemos a construir una nueva historia.