La partida de un hombre justo

Rosalía Arteaga Serrano

Lúcido hasta el final, con aquella solvencia que otorgan los años de experiencia y la convicción de que hay que darle al país hasta el último aliento, así es como pasa a la historia el Dr. Julio César Trujillo, demostrando perseverancia en sus acciones, sin desmayar en su lucha contra la corrupción, sintiendo que en su trabajo tesonero se le iba la vida.

Luego de una trayectoria importante en el servicio público y en su ejercicio profesional, sobre todo encaminado a defender los derechos humanos de los más pobres, el Dr. Trujillo, integró comisiones de ciudadanos empeñados en hacer que lo ético fuera la regla y no la excepción.

Todas las personas empeñadas en construir un Ecuador mejor, lamentamos la partida de este hombre ilustre, que hizo, en momentos difíciles, recobrar la fe en los valores de la democracia y en el ejercicio de la justicia que podía ejercerse sin importar el cargo o la posición de aquellos a quienes investigaba, ungido de unas capacidades que el pueblo ecuatoriano en general ha avalado.

No podía permanecer impasible ante las injusticias ni ante la corrupción, por ello se ganó el respeto de los ecuatorianos, con la sola excepción de quienes cerraron los ojos y se empecinaron en defender a un cacique que da las órdenes desde el exterior.

Julio César Trujillo deja una estela brillante, ese rastro debe servir de ejemplo a las diversas generaciones, debe hacernos recobrar la esperanza en que sí pueden existir días mejores en el país y en el mundo, bajo la inspiración de personas que no tiemblan, que no tienen miedo y que actúan en defensa de los principios.

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