Un edén llamado Pahuma

BELLEZA. La orquídea toro adorna el paisaje sobre los árboles del bosque nublado.
BELLEZA. La orquídea toro adorna el paisaje sobre los árboles del bosque nublado.
VIDA. La ‘waxa’, como se conoce comúnmente a este tipo de lagartijas, espera tranquila por una presa.
VIDA. La ‘waxa’, como se conoce comúnmente a este tipo de lagartijas, espera tranquila por una presa.
DIVERSIDAD. Más de 270 especies de orquídeas hay en esta zona.
DIVERSIDAD. Más de 270 especies de orquídeas hay en esta zona.
FUENTES. Cuatro cascadas ‘sagradas’ bañan los suelos y preservan la humedad del bosque.
FUENTES. Cuatro cascadas ‘sagradas’ bañan los suelos y preservan la humedad del bosque.

Flores entre blancas y amarillas, con un tallo algo pálido, crecen sobre la rama de un árbol que da la bienvenida a la reserva orquideológica Pahuma, ubicada en el kilómetro 43 de la vía Calacalí-La Independencia, en el noroccidente del Distrito, en la parroquia de Nono.

Esta zona, según explica René Lima, de 55 años, copropietario de la reserva, acoge a unas 270 especies de orquídeas de las 1.300 que hay en todo el país.

“La que crece en los árboles se denomina, comúnmente, orquídea toro”, señala mientras los visitantes se deleitan mirando y fotografiando esta y otras especies que forman parte de la reserva. El lugar cuenta con seis senderos, que cruzan las 600 hectáreas de la reserva, y que permiten llegar a imponentes cascadas, que nutren de vida al bosque nublado.

Variedad
Las distintas especies de orquídeas constituyen los mayores atractivos de Pahuma, donde hay un jardín botánico abierto al público. Lima cuenta que ese espacio se creó desde el año 2000, con el objetivo de cuidar las hermosas plantas que había visto desde su infancia.

En los senderos hay macetas con algunas especies y otras crecen en un entorno completamente natural.

Otros paisajes
Lima describe al bosque nublado del noroccidente de Pichincha como un laboratorio natural, donde ancestros tenían su “farmacia”. Lo demuestra señalando diferentes hojas y árboles como el ‘alcanfor’. Al cortar parte de su tallo se desprende un olor mentolado. El guía cuenta que esta planta se usaba junto con alcohol para aliviar dolores y golpes.

10
kilómetros de culuncos también demuestran la historia detrás de estos bosques en esta reserva. Las ‘waxas’, una especie de lagartija, y las ranas también están presentes en los senderos que llevan a las cascadas de la reserva. En la orilla de una de estas caídas de agua, de más de 40 metros, el paisaje se completa con decenas de mariposas blancas, azules, anaranjadas y multicolores.

“Esta es la cascada Pacay, que significa escondida. La llamamos así por la forma que tiene y porque varios culuncos, caminos de la cultura yumba, llegan hasta aquí. Se cree que los yumbos venían a esta y otras cascadas a darse baños energéticos”, explica Lima.

Esta zona del bosque nublado es como un “Yasuní pequeño”, para el guía, quien cuenta que en sus recorridos y con cámaras trampa ha visto osos de anteojos, pumas, perezosos, osos hormigueros, venados y ocelotes.

No se arrepiente de haber dejado las actividades madereras y extractivistas de las que vivían las comunidades que habitaban en esta zona. “Todos éramos madereros, pero ahora hemos encontrado en la conservación y el turismo ecológico una forma de cuidar nuestro hogar”.

En esta zona existen varias reservas de conservación, que ofrecen a los visitantes una oportunidad de disfrutar la naturaleza o de deportes de aventura. (ECV)