¿Cerrar el kiosco?

César Ulloa Tapia

Parecería que a la democracia le cayó la peste y que los sospechosos deberán permanecer en cuarentena. Esta escena no es traída de ninguna novela de ciencia ficción, pues apenas la mitad de la población ecuatoriana (54.4%) cree que la democracia es mejor que cualquier otra forma de gobierno, según el Barómetro de las Américas 2018/19. Sin embargo, esta situación no es exclusiva de nuestro país para “mal de muchos y consuelo de tontos”, ya que la misma realidad atraviesa varias naciones de América Latina y el mundo.

Para Simón Pachano esta realidad podría explicarse desde lo que él llama como “des-inclusión” de la gente, es decir de la incapacidad de los gobiernos para mejorar la redistribución de los ingresos y la riqueza, sobre todo a la población que históricamente vive en condición de pobreza, además de una clase media que ahora vive frustrada por el agotamiento de su poder adquisitivo, que se desinfló cuando la bonanza económica comenzó a caer debido al bajo precio de las materias primas y los hidrocarburos.

Es evidente que hay una crisis aguda de representación, ya que las personas no tienen garantías de quienes fueron electos para cualquier cargo público. La corrupción podría explicar el desgaste de la gente, sin perder de vista que la impunidad es un caldo de cultivo para que cada cual ejerza la Ley como considere.

En la actualidad, siguen siendo las instituciones de mayor credibilidad las Fuerzas Armadas y la Iglesia en un Estado que es laico como establece la Constitución. Los resultados de este libro nos advierten que no puede haber democracia sin demócratas y esto no es cuestión de más leyes o más constituciones, sí de cultura política o de la relación que hay entre las instituciones del Estado y los ciudadanos.

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