La auténtica libertad

Muchos que se califican de modernos se sienten orgullosos y hasta se atribuyen la paternidad de un derecho inalienable, que supuestamente nos aporta felicidad.

Cuanta sangre se ha derramado por errores del yugo oscurantista religioso e ideológico, por este concepto libertario que ha marcado la historia de la humanidad, para que podamos vivir a nuestro agrado. Una libertad vacía, en sombras, que solo nos permite cambiar de la prisión construida por el oscurantismo moderno y gobernado por falsos líderes, cada uno más cruel que su antecesor ¿será la angustia la que permite a ciertas ‘víctimas’ elegir al siguiente opresor?

¿Podemos ser libres si estamos indefensos ante la dictadura interior de nuestros deseos? Cuando aprendemos a controlar nuestros impulsos y desconfiar de las ordenes que emanan de las autoridades en un sistema aparentemente democrático, y sepamos distinguir entre nuestras confusiones, nuestro yo profundo y los cambios de humor que enfrentamos para adaptarnos a la sociedad, podremos decir que disfrutamos de una auténtica libertad que brota de nuestro interior y que no necesita exhibirse.

Adquirir algo por placer no tiene nada de malo, pero si se adquiere para valorar la sensación de existir es porque la angustia invade la mente de una persona que busca la satisfacción de ostentar ante sus semejantes para hacerse notar. Todo lo que se pueda adquirir nos hace la vida más cómoda, pero requiere sacrificios, privaciones, incluso el sometimiento a cierta forma de esclavitud. Y, ¿qué sucede con los que adquieren bienes a través de la coima, el chantaje, la mentira o cualquier forma de corrupción?

Todos tenemos la libertad del voto, de expresarnos y elegir la forma de vida que queramos, de controlar nuestros impulsos, pero seguiremos sin entender lo que es la auténtica libertad: aquella actitud que nos permite mantener la autonomía mental y la distancia suficiente con los demás, para hacer lo que queramos desde lo más profundo de nuestro ser, no lo que terceras personas quieren que seamos. Nuestras libertades son derechos claramente definidos y garantizados por la ley.