LUIS LÓPEZ ESTUPIÑÁN
¿Qué lo trajo muy joven a Esmeraldas? ¿Qué horizontes nuevos vio en esta tierra verde y generosa? ¿Y por qué la muerte implacable nos lo arrancó a Humberto Rodríguez? Conozco que ganó un concurso, concurso limpio, no amañado como los de ahora, para una actividad abogadil en el Banco de Fomento de la época. Pero aparte de aquello, Humberto, debió de enamorarse de la riqueza de esta tierra, cuando cruzaba el inmenso mar Pacífico. Él debió enamorarse del susurro eterno del mar, de las estrellas infinitas, de los luceros del cielo. Aquí estaba su destino. Un lucero, luego se llamó Laura. Su esposa, su amante esposa. Y después nacieron sus hijos, tres, que pronto se incorporarán a la historia patria.
Humberto fue educado en Quito. Le dio, porque lo sentía, por ser abogado, doctor en Derecho y vaya que escogió bien su profesión. Él nunca atendió las normativas del dinero para ser justo, por eso, ostentó el cargo de Fiscal Provincial. Luego fue Presidente de la Corte Provincial de Justicia. La educación universitaria lo tuvo entre sus más destacados profesores. Sí, eso fue Humberto, un Gran Maestro y un Gran Señor. Cuando la Patria chica lo requirió fue Presidente de Autoridad Portuaria. También tuvo éxito en esa gestión administrativa. Fue, además, un gran deportista, jugó tenis y voleibol. Allí, en las canchas del Tenis Club de Esmeraldas y en las actividades sociales de ese querido Club, pude profundizar amistad con mi noble amigo que ya no está más con nosotros.
Pero su recuerdo, su franca sonrisa, dudo que alguna vez desaparezcan de mi memoria. Se que él dejó huellas imborrables en nuestra comunidad. Muchos de sus alumnos universitarios de la Vargas Torres, son doctores, ingenieros, abogados como él. Son muchos y ellos lo recuerdan con admiración y respeto. Así también te recuerda Esmeraldas, querido amigo, sonreído Humberto. El gran acompañamiento que tuviste para depositar tus cenizas en el camposanto fue admirable. Allí solo hubo una frase: ¡Amistad! Adiós, Humberto.