Violencia, posverdad y responsabilidad

Diego Cazar Baquero

La Internet es un ecosistema del que somos parte todos los seres humanos, en mayor o menor medida, con o sin conexión; y así mismo, directa o indirectamente somos corresponsables de lo que ahí ocurre.

En la era digital, el periodista no es más el sabelotodo que tiene la última palabra, como lo fue hasta hace apenas un par de décadas. Las audiencias no son más ese sujeto pasivo y silencioso limitado a escribir ‘cartas al editor’ que terminaban traspapeladas, y la sociedad toda no puede continuar echando culpas siempre a los otros de lo que dice o calla en sus redes sociales. La violencia y la mentira son obra de todos nosotros. Pertenecemos a un nuevo modo de comunicarnos en red y debemos hacernos cargo de eso.

En tiempos de posverdad en los que todos podemos publicar lo que se nos antoja, es urgente aprender a contrastar y a contextualizar lo que publicamos, tengamos o no un título de periodistas. Del otro lado de las pantallas somos también seres humanos que reaccionamos ante una noticia como ante un chisme o frente a una opinión personal, y que incidimos de algún modo en lo que antaño se llamó -desde el estrado de la supremacía– opinión pública.

Los públicos de esta era respondemos, cuestionamos y construimos opinión pública de acuerdo con lo que tenemos a nuestro alcance. Por eso debemos cuidar la calidad de lo que circula en la web. Somos audiencias activas y así como tenemos derecho a opinar, también estamos obligados a callar lo que no conocemos y a evitar todo tipo de violencia en el entorno virtual.

El acceso a la Internet es un derecho, y por eso debe ser un espacio donde se garanticen y se protejan los demás derechos humanos. Y el periodismo –de la mano de los usuarios y como en cualquier soporte– es y debe ser uno de sus más fervientes garantes, recuperando humildad y ética. Construyámonos como audiencias activas capaces de identificar errores, mentiras, provocaciones y proselitismo violento disfrazado de periodismo o de liderazgo político. Hacerlo no nos vuelve periodistas ni demagogos, nos hace mejores seres humanos.

[email protected]