Inevitable FMI

Víctor Cabezas

El déficit fiscal, o sea, la diferencia entre los ingresos y egresos del Estado, es un lastre que no nos deja avanzar como sociedad. Tener todos los meses un hueco de necesidades que no podemos pagar se ha vuelto una pesadilla para el Gobierno. Esto, además, trae graves consecuencias para el país, pues nos impide hacer algo fundamental: planificar y crecer a largo plazo.

Pensemos en familia. Si los ingresos mensuales son de quinientos dólares y los gastos suman setecientos, esa familia tiene déficit y, por tanto, no puede ahorrar para los estudios de sus hijos, no puede provisionar para pagar una vivienda propia, tampoco puede irse de vacaciones responsablemente, o sea, no puede pensar a futuro, pues solo se concentra en llegar a fin de mes y financiar el siguiente.

El déficit nos condena a que la gestión pública se centralice en el financiamiento y en el dolor de cabeza de la deuda, dejando de lado el desarrollo y los objetivos de largo plazo, no necesariamente por negligencia sino por la inefable y efectiva presión de los números rojos.

Parece inevitable que el Gobierno irá al FMI y se presentará un programa económico que nos permita tener una hoja de ruta clara para recuperar nuestra sostenibilidad. No será fácil, partiendo porque los ecuatorianos llevamos años asociando al FMI con una institución perversa promotora del capitalismo salvaje.

Desde la ciudadanía podemos contribuir con el Gobierno, al opinar sin prejuicios. Podemos criticar al FMI y a la política del Gobierno. Sin embargo, oponerse al FMI por el solo hecho de que “es el malvado FMI” resulta falaz. Descalificar a la persona, no a los argumentos o al programa solo reforzará esa vieja costumbre del debate sin contenido que, a la larga frenará nuestro desarrollo como sociedad.

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