Ostras o almejas

CARLOS TRUJILLO SIERRA

Decimos u oímos que el mundo es una ostra (imagínese una ostra aferrada a una roca a orillas del mar) o es tan cerrado como una almeja (usted necesita un cuchillo y fuerza y maña para poder abrirla). Y mentalmente somos cerrados o ciegos como los topos. Gracias a los telescopios, satélites y sondas podemos ver un agujero negro o una nébula a miles de años luz, pero no distinguimos la triste realidad en la puerta de nuestra casa, o a la vuelta de la esquina.

Le oímos en la radio o le vemos en la televisión al Papa Francisco pero no oímos el llanto de millones de niños con hambre, dolor o maltrato. Con solo un ojo, de visión nublada captamos pasivamente la tragedia de millones de mujeres oprimidas, maltratadas y hasta asesinadas, porque son mujeres, en el colmo del desencanto hay mujeres que defienden esos llantos y maltratos. Con la velocidad del rayo, recibimos imágenes escabrosas y esas mismas imágenes son olvidadas en cuestión de minutos o segundos.

Las grandes religiones monoteístas (Dios, Jehová, Alá) se aferran a costumbres milenarias como si el mundo no cambiara y persisten, cada una de ellas, en ser la única e indiscutible verdad, el resto simplemente es ignorancia, primitivismo, casi inhumanidad. Cuando de cerca de 8 mil millones de seres humanos apenas la tercera parte es cristiana y católica, en dos mil años de proselitismo, todavía no han podido convencer al resto.

Cuando estemos dispuestos a aceptar que no somos superiores al resto de prójimos se abrirá la posibilidad de entendernos mejor. Es posible abandonar esos mandatos tiránicos. El Sultán de Brunei, el legítimo no el nuestro, dio marcha atrás y a un mes de aprobar la ley que condenaba al apedreamiento (de mujeres por adulterio-¿por qué no de hombres?) y del colectivo gay. Ahora pueden pecar sin miedo a ser apedreados.

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