Las alegrías

Rosalía Arteaga Serrano

Este año ha sido pródigo en éxitos deportivos para los ecuatorianos, desde la destacada actuación de Carapaz en el Giro de Italia y en otras competencias ciclísticas de gran renombre, hasta la participación de numerosos atletas en los Juegos Panamericanos de Perú, y que puso de relieve la capacidad de estos jóvenes en las diversas disciplinas, y que ha significado un récord en medallas para nuestro país en este tipo de competencias.

La alegría enorme que se trasluce en las miradas, las expresiones de júbilo, el demostrar desde el podio el orgullo por lo nacional, con el himno entonado en tierras lejanas, nos ponen sobre la pista de la trascendencia del cultivo del deporte y cómo sí es posible el levantar la autoestima de un pueblo con los éxitos deportivos.

Jóvenes, en su mayor parte, de orígenes humildes, con vidas sacrificadas, sacándole tiempo al tiempo para poder dedicarse a lo que es su pasión, en condiciones muchas veces de adversidad y sin los soportes tecnológicos que la moderna práctica del deporte requiere.

El entusiasmo es contagioso, ejerce un efecto catártico en los pueblos, que sienten que las penas son menores, que las cargas no son tan pesadas y que al futuro puede mirarse con optimismo. Ojalá pudiéramos los ecuatorianos mirar hacia todos los ámbitos de las actividades con la misma entrega y decisión que la que se hace para el deporte, uniendo esfuerzos, trabajando sin descanso, por obtener los objetivos planteados.

El cultivo del deporte puede bien servir como ejemplo para otras áreas del convivir de las naciones, teniendo siempre en la mira y como norte el mejoramiento de las relaciones entre ciudadanos, la consecución de los objetivos que como individuos y como colectividad poseemos.

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