Indio, negro, blanco mestizo

MARCOS BROWN CABEZA

Es el abanico étnico componente de nuestros pueblos americanos. Profundamente esclarecido, lleno de sabiduría en la visión histórica de la vida humana hace ya tiempo nuestro poeta universal Antonio Preciado, atisbó la revelación en uno de sus versos autoidenttarios… “aquel que se desata la piel y la cuelga de la caña de azúcar de la entrada”. Magistral sentencia conceptual para gritar que nuestra negritud admite todos los colores, vistos como discrecionalidad de la naturaleza y no como designio que categoriza a los hombres en escalas existenciales de mayor a menor solo por el color de la piel.

El poeta pone en su sitio la lacra del racismo, lo desprecia por ser basura contra natura, que ensucia la convivencia humana, fracciona la sociedad, introduce violencia, discriminación, exclusión y un sartal de desequilibrios convertidos en costra cultural; bestia atávica latente que los poderosos disimulan, pero tan pronto sienten amenazados sus intereses dominantes, sueltan las riendas al animal y eyectan el despectivo: ¡negros, cholos, indios de m…!

Libre estaba el mundo de supremacías raciales hasta que se produjo la ocupación colonial de América. Todos los europeos tienen antecedentes indios en pueblos originarios; los romanos consideraban a los españoles indios porque eran tierras del imperio, pese a que eran blancos; siempre para marcar el hecho de quien domina y cuál el dominado. Estigma cruel, violentista que sirvió de instrumento para masacrar pueblos y civilizaciones hasta el borde del exterminio.

Adicionalmente, en la misma época inauguraron el comercio de personas conocido como trata negrera trasatlántica, destruyeron hasta los cimientos de África, cometieron el más horrendo genocidio impune de la historia, travesía fatídica en la que murieron millones de hombres y mujeres. Más de 300 años permaneció el oprobioso régimen colonial en territorio del actual Ecuador. La heroica resistencia de los pueblos determinó la estrepitosa caída del absolutismo español.

Lamentablemente, fueron los descendientes de las élites dominantes, quienes usurparon el poder fáctico, diseñaron repúblicas que mantienen, en lo esencial, la costra cultural del coloniaje que pretende legitimar la vigencia de un Estado obsoleto por disfuncional, que favorece siempre a minorías concentradoras y excluyentes. Quienes lloran como plañideras porque su insaciable apetito de riquezas y poder solo reclama más, más y más. Han logrado control político debido a un gobierno débil y obsecuente que se niega a discutir las decisiones de interés público con el pueblo mayoritario y asesta duros golpes al pueblo contenidos en el brutal paquetazo.

[email protected]

MARCOS BROWN CABEZA

Es el abanico étnico componente de nuestros pueblos americanos. Profundamente esclarecido, lleno de sabiduría en la visión histórica de la vida humana hace ya tiempo nuestro poeta universal Antonio Preciado, atisbó la revelación en uno de sus versos autoidenttarios… “aquel que se desata la piel y la cuelga de la caña de azúcar de la entrada”. Magistral sentencia conceptual para gritar que nuestra negritud admite todos los colores, vistos como discrecionalidad de la naturaleza y no como designio que categoriza a los hombres en escalas existenciales de mayor a menor solo por el color de la piel.

El poeta pone en su sitio la lacra del racismo, lo desprecia por ser basura contra natura, que ensucia la convivencia humana, fracciona la sociedad, introduce violencia, discriminación, exclusión y un sartal de desequilibrios convertidos en costra cultural; bestia atávica latente que los poderosos disimulan, pero tan pronto sienten amenazados sus intereses dominantes, sueltan las riendas al animal y eyectan el despectivo: ¡negros, cholos, indios de m…!

Libre estaba el mundo de supremacías raciales hasta que se produjo la ocupación colonial de América. Todos los europeos tienen antecedentes indios en pueblos originarios; los romanos consideraban a los españoles indios porque eran tierras del imperio, pese a que eran blancos; siempre para marcar el hecho de quien domina y cuál el dominado. Estigma cruel, violentista que sirvió de instrumento para masacrar pueblos y civilizaciones hasta el borde del exterminio.

Adicionalmente, en la misma época inauguraron el comercio de personas conocido como trata negrera trasatlántica, destruyeron hasta los cimientos de África, cometieron el más horrendo genocidio impune de la historia, travesía fatídica en la que murieron millones de hombres y mujeres. Más de 300 años permaneció el oprobioso régimen colonial en territorio del actual Ecuador. La heroica resistencia de los pueblos determinó la estrepitosa caída del absolutismo español.

Lamentablemente, fueron los descendientes de las élites dominantes, quienes usurparon el poder fáctico, diseñaron repúblicas que mantienen, en lo esencial, la costra cultural del coloniaje que pretende legitimar la vigencia de un Estado obsoleto por disfuncional, que favorece siempre a minorías concentradoras y excluyentes. Quienes lloran como plañideras porque su insaciable apetito de riquezas y poder solo reclama más, más y más. Han logrado control político debido a un gobierno débil y obsecuente que se niega a discutir las decisiones de interés público con el pueblo mayoritario y asesta duros golpes al pueblo contenidos en el brutal paquetazo.

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Es el abanico étnico componente de nuestros pueblos americanos. Profundamente esclarecido, lleno de sabiduría en la visión histórica de la vida humana hace ya tiempo nuestro poeta universal Antonio Preciado, atisbó la revelación en uno de sus versos autoidenttarios… “aquel que se desata la piel y la cuelga de la caña de azúcar de la entrada”. Magistral sentencia conceptual para gritar que nuestra negritud admite todos los colores, vistos como discrecionalidad de la naturaleza y no como designio que categoriza a los hombres en escalas existenciales de mayor a menor solo por el color de la piel.

El poeta pone en su sitio la lacra del racismo, lo desprecia por ser basura contra natura, que ensucia la convivencia humana, fracciona la sociedad, introduce violencia, discriminación, exclusión y un sartal de desequilibrios convertidos en costra cultural; bestia atávica latente que los poderosos disimulan, pero tan pronto sienten amenazados sus intereses dominantes, sueltan las riendas al animal y eyectan el despectivo: ¡negros, cholos, indios de m…!

Libre estaba el mundo de supremacías raciales hasta que se produjo la ocupación colonial de América. Todos los europeos tienen antecedentes indios en pueblos originarios; los romanos consideraban a los españoles indios porque eran tierras del imperio, pese a que eran blancos; siempre para marcar el hecho de quien domina y cuál el dominado. Estigma cruel, violentista que sirvió de instrumento para masacrar pueblos y civilizaciones hasta el borde del exterminio.

Adicionalmente, en la misma época inauguraron el comercio de personas conocido como trata negrera trasatlántica, destruyeron hasta los cimientos de África, cometieron el más horrendo genocidio impune de la historia, travesía fatídica en la que murieron millones de hombres y mujeres. Más de 300 años permaneció el oprobioso régimen colonial en territorio del actual Ecuador. La heroica resistencia de los pueblos determinó la estrepitosa caída del absolutismo español.

Lamentablemente, fueron los descendientes de las élites dominantes, quienes usurparon el poder fáctico, diseñaron repúblicas que mantienen, en lo esencial, la costra cultural del coloniaje que pretende legitimar la vigencia de un Estado obsoleto por disfuncional, que favorece siempre a minorías concentradoras y excluyentes. Quienes lloran como plañideras porque su insaciable apetito de riquezas y poder solo reclama más, más y más. Han logrado control político debido a un gobierno débil y obsecuente que se niega a discutir las decisiones de interés público con el pueblo mayoritario y asesta duros golpes al pueblo contenidos en el brutal paquetazo.

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Es el abanico étnico componente de nuestros pueblos americanos. Profundamente esclarecido, lleno de sabiduría en la visión histórica de la vida humana hace ya tiempo nuestro poeta universal Antonio Preciado, atisbó la revelación en uno de sus versos autoidenttarios… “aquel que se desata la piel y la cuelga de la caña de azúcar de la entrada”. Magistral sentencia conceptual para gritar que nuestra negritud admite todos los colores, vistos como discrecionalidad de la naturaleza y no como designio que categoriza a los hombres en escalas existenciales de mayor a menor solo por el color de la piel.

El poeta pone en su sitio la lacra del racismo, lo desprecia por ser basura contra natura, que ensucia la convivencia humana, fracciona la sociedad, introduce violencia, discriminación, exclusión y un sartal de desequilibrios convertidos en costra cultural; bestia atávica latente que los poderosos disimulan, pero tan pronto sienten amenazados sus intereses dominantes, sueltan las riendas al animal y eyectan el despectivo: ¡negros, cholos, indios de m…!

Libre estaba el mundo de supremacías raciales hasta que se produjo la ocupación colonial de América. Todos los europeos tienen antecedentes indios en pueblos originarios; los romanos consideraban a los españoles indios porque eran tierras del imperio, pese a que eran blancos; siempre para marcar el hecho de quien domina y cuál el dominado. Estigma cruel, violentista que sirvió de instrumento para masacrar pueblos y civilizaciones hasta el borde del exterminio.

Adicionalmente, en la misma época inauguraron el comercio de personas conocido como trata negrera trasatlántica, destruyeron hasta los cimientos de África, cometieron el más horrendo genocidio impune de la historia, travesía fatídica en la que murieron millones de hombres y mujeres. Más de 300 años permaneció el oprobioso régimen colonial en territorio del actual Ecuador. La heroica resistencia de los pueblos determinó la estrepitosa caída del absolutismo español.

Lamentablemente, fueron los descendientes de las élites dominantes, quienes usurparon el poder fáctico, diseñaron repúblicas que mantienen, en lo esencial, la costra cultural del coloniaje que pretende legitimar la vigencia de un Estado obsoleto por disfuncional, que favorece siempre a minorías concentradoras y excluyentes. Quienes lloran como plañideras porque su insaciable apetito de riquezas y poder solo reclama más, más y más. Han logrado control político debido a un gobierno débil y obsecuente que se niega a discutir las decisiones de interés público con el pueblo mayoritario y asesta duros golpes al pueblo contenidos en el brutal paquetazo.

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