Hablar de VIH en Ecuador aún es mal visto

REALIDAD. Muchas personas con VIH consideran que la gente no se informa bien sobre esta patología.
REALIDAD. Muchas personas con VIH consideran que la gente no se informa bien sobre esta patología.
REALIDAD. Muchas personas con VIH consideran que la gente no se informa bien sobre esta patología.
REALIDAD. Muchas personas con VIH consideran que la gente no se informa bien sobre esta patología.
REALIDAD. Muchas personas con VIH consideran que la gente no se informa bien sobre esta patología.
REALIDAD. Muchas personas con VIH consideran que la gente no se informa bien sobre esta patología.
REALIDAD. Muchas personas con VIH consideran que la gente no se informa bien sobre esta patología.
REALIDAD. Muchas personas con VIH consideran que la gente no se informa bien sobre esta patología.

Juan, de 34 años, y Andrés de 29, (nombres protegidos), no se conocen entre sí, pero tienen algo en común: VIH. Los dos han decidido enfrentarlo con el apoyo de sus familiares más cercanos, parejas y amigos muy íntimos.

Uno ingeniero agrónomo y otro chef, mantienen la enfermedad controlada con la ingesta de antirretrovirales, realizan una vida normal y prefieren no dar a conocer su realidad por el estigma que aún flota en la sociedad ecuatoriana.

Estos son dos casos de los 43.887 estimados en Ecuador hasta 2018, de acuerdo con el boletín anual VIH/sida de la Secretaría de Vigilancia de la Salud Pública y la Dirección Nacional de Vigilancia Epidemiológica del Ministerio de Salud.

El Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) infecta a las células del sistema inmunitario, alterando o anulando su función. Si no es controlado con medicamentos, el portador puede avanzar a la fase del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), en la que, debido al debilitado sistema inmunológico, las patologías oportunistas actúan y pueden causar la muerte.

Lucha diaria

Juan, bajo de estatura, de piel morena y con lentes, nos recibió en un departamento en el norte de Quito, y contó que el 9 de mayo de 2013 le confirmaron que tenía VIH.

Aseguró que confió en una persona, pero estaba “infectada”, y lo peor de todo es que no tenía adherencia a la medicación (a veces tomaba y otras no). Tiempo después (no especifica cuánto), tuvo problemas estomacales, estuvo hospitalizado un poco más de un mes, y los exámenes no revelaban su situación.

Le practicaron las pruebas de Elisa y Western Blot (para detectar anticuerpos en la sangre). El primero salió positivo y el segundo negativo. Ante estos resultados le hicieron estudios de carga viral y supo que tenía VIH. Los linfocitos CD4 estaban muy bajos, casi al límite del sida.

Cuando comenzó el tratamiento, no fue nada agradable. Hizo reacción a los medicamentos por dos ocasiones con problemas en la piel, pesadillas, sudoración nocturna fuerte, problemas estomacales, mareos y dolores de cabeza. “Agoté el cuadro de medicamentos que provee en el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Solo dos me sirven y con esos me mantengo, aunque uno de ellos me da problemas en el riñón”, relató.

Juan toma a diario cinco pastillas: tres en la mañana y dos en la noche. No puede dejar de ingerirlas, para evitar desequilibrios en la carga viral en sangre y en el sistema inmunológico. Ahora que está estable, asegura que en muchas ocasiones quiso darse por vencido.

Tiene problemas estomacales, afecciones renales, dolor de articulaciones, manos temblorosas y problemas de memoria. Aún con todo ello, explicó que ha aprendido a manejar la enfermedad.

El VIH sigue siendo un tabú. “Hay gente que cree que con un abrazo, un beso o un apretón de manos va a haber contagio”.

Por un tatuaje

Andrés es alto, de piel un tanto morena, y un poco grueso de cuerpo. Se confunde con los pacientes que a diario asisten al Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM) y mientras espera su turno, permanece sentado en el área de infectología. Nadie sabe de su enfermedad y “tampoco tienen por qué hacerlo”, dice.

En esa espera, contó que el diagnóstico lo recibió hace dos años y medio, después de practicarse exámenes de rutina. Ese anuncio fue “dramático”, sobre todo porque “sabía del rechazo de la sociedad”. Sin embargo, logró superar la crisis con el apoyo de su familia y pareja; hoy se mantiene saludable.

¿Cómo se infectó? Andrés explica que fue por un tatuaje que se realizó en el antebrazo derecho en “un lugar donde no tenía la higiene necesaria”.

Muestra su tatuaje, es un venado con dos cornamentas, cada una con cinco astas que representan sus cinco errores y sus cinco personas favoritas. Después de ese no hubo más y por su experiencia aconseja acudir a sitios bien investigados.

Decidió continuar viviendo, dejó la docencia, trabaja en su propio restaurante, sigue las instrucciones médicas al pie de la letra.

No se visibiliza como una persona con VIH porque “todavía Ecuador es un país cuadrático. Aún existe el estigma de que eres alguien que va a morir o que va a contagiar”. (CM)

Apoyo extraño

En los sitios de apoyo como el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), de la Cruz Roja, que comenzó con su trabajo en VIH desde 1986, orientan a las personas para que tengan su mente saludable, sus emociones controladas y su cuerpo estable.

Ricardo Jiménez, referente nacional de VIH de la Cruz Roja, explicó que desde el GAM, que tiene registrado 128 personas, proporcionan orientación, acompañamiento, apoyo sicológico, salud, estilos de vida y derechos humanos.

Incluso han incursionado en terapias alternativas como auto hipnosis, respiración, yoga, derechos humanos, meditación, medios de vida y microemprendimientos

Lo que lamenta Jiménez es que en el país se ha dejado de hacer prevención. Ha dejado de hablar de VIH “porque todavía es mal visto”.

Desde el campo médico

David Larreátegui, infectólogo del Hospital Carlos Andrade Marín, menciona que en el mundo hay cerca de 30 esquemas de tratamiento que buscan evitar que el virus se siga replicando.

El tratamiento aplicado en el país, aunque no es el más avanzado del mundo, “es eficaz” y se basa en una combinación de tres fármacos antirretrovirales (tenofovir-emtricitabina-efavirenz), tomados en una sola dosis, con el que se ha conseguido inhibir el virus, y favorecer al sistema inmune.

Sin embargo, reconoce la existencia de efectos secundarios a nivel neurosiquiátrico (depresión, insomnio, mareo y pesadillas..), alteraciones en el colesterol, triglicéridos y riesgos de infarto.

La persona con VIH debe dejar de beber, fumar y mantener una buena alimentación.

DATOS

>> 43.887 personas viven con VIH en Ecuador.

>> 33.472 están diagnosticadas.

>> 20 a 49 años, es el rango de edad de afectación.

>> 4.077 nuevos casos de VIH se registran cada año en e país.

>> 2.880 (70,64%) corresponden a hombres.

>> 1.197 (29,36%) corresponden a mujeres.

>> 3.458 (84,82%) de los nuevos casos se concentran

en: Guayas, Pichincha, El Oro, Los Ríos, Esmeraldas, Manabí, Azuay y Santo Domingo.

>> 5,02 defunciones por cada 100.000 habitantes, relacionada al sida, se registró en 2017.

Fuentes: Estrategia de VIH – MSP / INEC)

Juan, de 34 años, y Andrés de 29, (nombres protegidos), no se conocen entre sí, pero tienen algo en común: VIH. Los dos han decidido enfrentarlo con el apoyo de sus familiares más cercanos, parejas y amigos muy íntimos.

Uno ingeniero agrónomo y otro chef, mantienen la enfermedad controlada con la ingesta de antirretrovirales, realizan una vida normal y prefieren no dar a conocer su realidad por el estigma que aún flota en la sociedad ecuatoriana.

Estos son dos casos de los 43.887 estimados en Ecuador hasta 2018, de acuerdo con el boletín anual VIH/sida de la Secretaría de Vigilancia de la Salud Pública y la Dirección Nacional de Vigilancia Epidemiológica del Ministerio de Salud.

El Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) infecta a las células del sistema inmunitario, alterando o anulando su función. Si no es controlado con medicamentos, el portador puede avanzar a la fase del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), en la que, debido al debilitado sistema inmunológico, las patologías oportunistas actúan y pueden causar la muerte.

Lucha diaria

Juan, bajo de estatura, de piel morena y con lentes, nos recibió en un departamento en el norte de Quito, y contó que el 9 de mayo de 2013 le confirmaron que tenía VIH.

Aseguró que confió en una persona, pero estaba “infectada”, y lo peor de todo es que no tenía adherencia a la medicación (a veces tomaba y otras no). Tiempo después (no especifica cuánto), tuvo problemas estomacales, estuvo hospitalizado un poco más de un mes, y los exámenes no revelaban su situación.

Le practicaron las pruebas de Elisa y Western Blot (para detectar anticuerpos en la sangre). El primero salió positivo y el segundo negativo. Ante estos resultados le hicieron estudios de carga viral y supo que tenía VIH. Los linfocitos CD4 estaban muy bajos, casi al límite del sida.

Cuando comenzó el tratamiento, no fue nada agradable. Hizo reacción a los medicamentos por dos ocasiones con problemas en la piel, pesadillas, sudoración nocturna fuerte, problemas estomacales, mareos y dolores de cabeza. “Agoté el cuadro de medicamentos que provee en el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Solo dos me sirven y con esos me mantengo, aunque uno de ellos me da problemas en el riñón”, relató.

Juan toma a diario cinco pastillas: tres en la mañana y dos en la noche. No puede dejar de ingerirlas, para evitar desequilibrios en la carga viral en sangre y en el sistema inmunológico. Ahora que está estable, asegura que en muchas ocasiones quiso darse por vencido.

Tiene problemas estomacales, afecciones renales, dolor de articulaciones, manos temblorosas y problemas de memoria. Aún con todo ello, explicó que ha aprendido a manejar la enfermedad.

El VIH sigue siendo un tabú. “Hay gente que cree que con un abrazo, un beso o un apretón de manos va a haber contagio”.

Por un tatuaje

Andrés es alto, de piel un tanto morena, y un poco grueso de cuerpo. Se confunde con los pacientes que a diario asisten al Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM) y mientras espera su turno, permanece sentado en el área de infectología. Nadie sabe de su enfermedad y “tampoco tienen por qué hacerlo”, dice.

En esa espera, contó que el diagnóstico lo recibió hace dos años y medio, después de practicarse exámenes de rutina. Ese anuncio fue “dramático”, sobre todo porque “sabía del rechazo de la sociedad”. Sin embargo, logró superar la crisis con el apoyo de su familia y pareja; hoy se mantiene saludable.

¿Cómo se infectó? Andrés explica que fue por un tatuaje que se realizó en el antebrazo derecho en “un lugar donde no tenía la higiene necesaria”.

Muestra su tatuaje, es un venado con dos cornamentas, cada una con cinco astas que representan sus cinco errores y sus cinco personas favoritas. Después de ese no hubo más y por su experiencia aconseja acudir a sitios bien investigados.

Decidió continuar viviendo, dejó la docencia, trabaja en su propio restaurante, sigue las instrucciones médicas al pie de la letra.

No se visibiliza como una persona con VIH porque “todavía Ecuador es un país cuadrático. Aún existe el estigma de que eres alguien que va a morir o que va a contagiar”. (CM)

Apoyo extraño

En los sitios de apoyo como el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), de la Cruz Roja, que comenzó con su trabajo en VIH desde 1986, orientan a las personas para que tengan su mente saludable, sus emociones controladas y su cuerpo estable.

Ricardo Jiménez, referente nacional de VIH de la Cruz Roja, explicó que desde el GAM, que tiene registrado 128 personas, proporcionan orientación, acompañamiento, apoyo sicológico, salud, estilos de vida y derechos humanos.

Incluso han incursionado en terapias alternativas como auto hipnosis, respiración, yoga, derechos humanos, meditación, medios de vida y microemprendimientos

Lo que lamenta Jiménez es que en el país se ha dejado de hacer prevención. Ha dejado de hablar de VIH “porque todavía es mal visto”.

Desde el campo médico

David Larreátegui, infectólogo del Hospital Carlos Andrade Marín, menciona que en el mundo hay cerca de 30 esquemas de tratamiento que buscan evitar que el virus se siga replicando.

El tratamiento aplicado en el país, aunque no es el más avanzado del mundo, “es eficaz” y se basa en una combinación de tres fármacos antirretrovirales (tenofovir-emtricitabina-efavirenz), tomados en una sola dosis, con el que se ha conseguido inhibir el virus, y favorecer al sistema inmune.

Sin embargo, reconoce la existencia de efectos secundarios a nivel neurosiquiátrico (depresión, insomnio, mareo y pesadillas..), alteraciones en el colesterol, triglicéridos y riesgos de infarto.

La persona con VIH debe dejar de beber, fumar y mantener una buena alimentación.

DATOS

>> 43.887 personas viven con VIH en Ecuador.

>> 33.472 están diagnosticadas.

>> 20 a 49 años, es el rango de edad de afectación.

>> 4.077 nuevos casos de VIH se registran cada año en e país.

>> 2.880 (70,64%) corresponden a hombres.

>> 1.197 (29,36%) corresponden a mujeres.

>> 3.458 (84,82%) de los nuevos casos se concentran

en: Guayas, Pichincha, El Oro, Los Ríos, Esmeraldas, Manabí, Azuay y Santo Domingo.

>> 5,02 defunciones por cada 100.000 habitantes, relacionada al sida, se registró en 2017.

Fuentes: Estrategia de VIH – MSP / INEC)

Juan, de 34 años, y Andrés de 29, (nombres protegidos), no se conocen entre sí, pero tienen algo en común: VIH. Los dos han decidido enfrentarlo con el apoyo de sus familiares más cercanos, parejas y amigos muy íntimos.

Uno ingeniero agrónomo y otro chef, mantienen la enfermedad controlada con la ingesta de antirretrovirales, realizan una vida normal y prefieren no dar a conocer su realidad por el estigma que aún flota en la sociedad ecuatoriana.

Estos son dos casos de los 43.887 estimados en Ecuador hasta 2018, de acuerdo con el boletín anual VIH/sida de la Secretaría de Vigilancia de la Salud Pública y la Dirección Nacional de Vigilancia Epidemiológica del Ministerio de Salud.

El Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) infecta a las células del sistema inmunitario, alterando o anulando su función. Si no es controlado con medicamentos, el portador puede avanzar a la fase del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), en la que, debido al debilitado sistema inmunológico, las patologías oportunistas actúan y pueden causar la muerte.

Lucha diaria

Juan, bajo de estatura, de piel morena y con lentes, nos recibió en un departamento en el norte de Quito, y contó que el 9 de mayo de 2013 le confirmaron que tenía VIH.

Aseguró que confió en una persona, pero estaba “infectada”, y lo peor de todo es que no tenía adherencia a la medicación (a veces tomaba y otras no). Tiempo después (no especifica cuánto), tuvo problemas estomacales, estuvo hospitalizado un poco más de un mes, y los exámenes no revelaban su situación.

Le practicaron las pruebas de Elisa y Western Blot (para detectar anticuerpos en la sangre). El primero salió positivo y el segundo negativo. Ante estos resultados le hicieron estudios de carga viral y supo que tenía VIH. Los linfocitos CD4 estaban muy bajos, casi al límite del sida.

Cuando comenzó el tratamiento, no fue nada agradable. Hizo reacción a los medicamentos por dos ocasiones con problemas en la piel, pesadillas, sudoración nocturna fuerte, problemas estomacales, mareos y dolores de cabeza. “Agoté el cuadro de medicamentos que provee en el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Solo dos me sirven y con esos me mantengo, aunque uno de ellos me da problemas en el riñón”, relató.

Juan toma a diario cinco pastillas: tres en la mañana y dos en la noche. No puede dejar de ingerirlas, para evitar desequilibrios en la carga viral en sangre y en el sistema inmunológico. Ahora que está estable, asegura que en muchas ocasiones quiso darse por vencido.

Tiene problemas estomacales, afecciones renales, dolor de articulaciones, manos temblorosas y problemas de memoria. Aún con todo ello, explicó que ha aprendido a manejar la enfermedad.

El VIH sigue siendo un tabú. “Hay gente que cree que con un abrazo, un beso o un apretón de manos va a haber contagio”.

Por un tatuaje

Andrés es alto, de piel un tanto morena, y un poco grueso de cuerpo. Se confunde con los pacientes que a diario asisten al Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM) y mientras espera su turno, permanece sentado en el área de infectología. Nadie sabe de su enfermedad y “tampoco tienen por qué hacerlo”, dice.

En esa espera, contó que el diagnóstico lo recibió hace dos años y medio, después de practicarse exámenes de rutina. Ese anuncio fue “dramático”, sobre todo porque “sabía del rechazo de la sociedad”. Sin embargo, logró superar la crisis con el apoyo de su familia y pareja; hoy se mantiene saludable.

¿Cómo se infectó? Andrés explica que fue por un tatuaje que se realizó en el antebrazo derecho en “un lugar donde no tenía la higiene necesaria”.

Muestra su tatuaje, es un venado con dos cornamentas, cada una con cinco astas que representan sus cinco errores y sus cinco personas favoritas. Después de ese no hubo más y por su experiencia aconseja acudir a sitios bien investigados.

Decidió continuar viviendo, dejó la docencia, trabaja en su propio restaurante, sigue las instrucciones médicas al pie de la letra.

No se visibiliza como una persona con VIH porque “todavía Ecuador es un país cuadrático. Aún existe el estigma de que eres alguien que va a morir o que va a contagiar”. (CM)

Apoyo extraño

En los sitios de apoyo como el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), de la Cruz Roja, que comenzó con su trabajo en VIH desde 1986, orientan a las personas para que tengan su mente saludable, sus emociones controladas y su cuerpo estable.

Ricardo Jiménez, referente nacional de VIH de la Cruz Roja, explicó que desde el GAM, que tiene registrado 128 personas, proporcionan orientación, acompañamiento, apoyo sicológico, salud, estilos de vida y derechos humanos.

Incluso han incursionado en terapias alternativas como auto hipnosis, respiración, yoga, derechos humanos, meditación, medios de vida y microemprendimientos

Lo que lamenta Jiménez es que en el país se ha dejado de hacer prevención. Ha dejado de hablar de VIH “porque todavía es mal visto”.

Desde el campo médico

David Larreátegui, infectólogo del Hospital Carlos Andrade Marín, menciona que en el mundo hay cerca de 30 esquemas de tratamiento que buscan evitar que el virus se siga replicando.

El tratamiento aplicado en el país, aunque no es el más avanzado del mundo, “es eficaz” y se basa en una combinación de tres fármacos antirretrovirales (tenofovir-emtricitabina-efavirenz), tomados en una sola dosis, con el que se ha conseguido inhibir el virus, y favorecer al sistema inmune.

Sin embargo, reconoce la existencia de efectos secundarios a nivel neurosiquiátrico (depresión, insomnio, mareo y pesadillas..), alteraciones en el colesterol, triglicéridos y riesgos de infarto.

La persona con VIH debe dejar de beber, fumar y mantener una buena alimentación.

DATOS

>> 43.887 personas viven con VIH en Ecuador.

>> 33.472 están diagnosticadas.

>> 20 a 49 años, es el rango de edad de afectación.

>> 4.077 nuevos casos de VIH se registran cada año en e país.

>> 2.880 (70,64%) corresponden a hombres.

>> 1.197 (29,36%) corresponden a mujeres.

>> 3.458 (84,82%) de los nuevos casos se concentran

en: Guayas, Pichincha, El Oro, Los Ríos, Esmeraldas, Manabí, Azuay y Santo Domingo.

>> 5,02 defunciones por cada 100.000 habitantes, relacionada al sida, se registró en 2017.

Fuentes: Estrategia de VIH – MSP / INEC)

Juan, de 34 años, y Andrés de 29, (nombres protegidos), no se conocen entre sí, pero tienen algo en común: VIH. Los dos han decidido enfrentarlo con el apoyo de sus familiares más cercanos, parejas y amigos muy íntimos.

Uno ingeniero agrónomo y otro chef, mantienen la enfermedad controlada con la ingesta de antirretrovirales, realizan una vida normal y prefieren no dar a conocer su realidad por el estigma que aún flota en la sociedad ecuatoriana.

Estos son dos casos de los 43.887 estimados en Ecuador hasta 2018, de acuerdo con el boletín anual VIH/sida de la Secretaría de Vigilancia de la Salud Pública y la Dirección Nacional de Vigilancia Epidemiológica del Ministerio de Salud.

El Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) infecta a las células del sistema inmunitario, alterando o anulando su función. Si no es controlado con medicamentos, el portador puede avanzar a la fase del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), en la que, debido al debilitado sistema inmunológico, las patologías oportunistas actúan y pueden causar la muerte.

Lucha diaria

Juan, bajo de estatura, de piel morena y con lentes, nos recibió en un departamento en el norte de Quito, y contó que el 9 de mayo de 2013 le confirmaron que tenía VIH.

Aseguró que confió en una persona, pero estaba “infectada”, y lo peor de todo es que no tenía adherencia a la medicación (a veces tomaba y otras no). Tiempo después (no especifica cuánto), tuvo problemas estomacales, estuvo hospitalizado un poco más de un mes, y los exámenes no revelaban su situación.

Le practicaron las pruebas de Elisa y Western Blot (para detectar anticuerpos en la sangre). El primero salió positivo y el segundo negativo. Ante estos resultados le hicieron estudios de carga viral y supo que tenía VIH. Los linfocitos CD4 estaban muy bajos, casi al límite del sida.

Cuando comenzó el tratamiento, no fue nada agradable. Hizo reacción a los medicamentos por dos ocasiones con problemas en la piel, pesadillas, sudoración nocturna fuerte, problemas estomacales, mareos y dolores de cabeza. “Agoté el cuadro de medicamentos que provee en el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Solo dos me sirven y con esos me mantengo, aunque uno de ellos me da problemas en el riñón”, relató.

Juan toma a diario cinco pastillas: tres en la mañana y dos en la noche. No puede dejar de ingerirlas, para evitar desequilibrios en la carga viral en sangre y en el sistema inmunológico. Ahora que está estable, asegura que en muchas ocasiones quiso darse por vencido.

Tiene problemas estomacales, afecciones renales, dolor de articulaciones, manos temblorosas y problemas de memoria. Aún con todo ello, explicó que ha aprendido a manejar la enfermedad.

El VIH sigue siendo un tabú. “Hay gente que cree que con un abrazo, un beso o un apretón de manos va a haber contagio”.

Por un tatuaje

Andrés es alto, de piel un tanto morena, y un poco grueso de cuerpo. Se confunde con los pacientes que a diario asisten al Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM) y mientras espera su turno, permanece sentado en el área de infectología. Nadie sabe de su enfermedad y “tampoco tienen por qué hacerlo”, dice.

En esa espera, contó que el diagnóstico lo recibió hace dos años y medio, después de practicarse exámenes de rutina. Ese anuncio fue “dramático”, sobre todo porque “sabía del rechazo de la sociedad”. Sin embargo, logró superar la crisis con el apoyo de su familia y pareja; hoy se mantiene saludable.

¿Cómo se infectó? Andrés explica que fue por un tatuaje que se realizó en el antebrazo derecho en “un lugar donde no tenía la higiene necesaria”.

Muestra su tatuaje, es un venado con dos cornamentas, cada una con cinco astas que representan sus cinco errores y sus cinco personas favoritas. Después de ese no hubo más y por su experiencia aconseja acudir a sitios bien investigados.

Decidió continuar viviendo, dejó la docencia, trabaja en su propio restaurante, sigue las instrucciones médicas al pie de la letra.

No se visibiliza como una persona con VIH porque “todavía Ecuador es un país cuadrático. Aún existe el estigma de que eres alguien que va a morir o que va a contagiar”. (CM)

Apoyo extraño

En los sitios de apoyo como el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), de la Cruz Roja, que comenzó con su trabajo en VIH desde 1986, orientan a las personas para que tengan su mente saludable, sus emociones controladas y su cuerpo estable.

Ricardo Jiménez, referente nacional de VIH de la Cruz Roja, explicó que desde el GAM, que tiene registrado 128 personas, proporcionan orientación, acompañamiento, apoyo sicológico, salud, estilos de vida y derechos humanos.

Incluso han incursionado en terapias alternativas como auto hipnosis, respiración, yoga, derechos humanos, meditación, medios de vida y microemprendimientos

Lo que lamenta Jiménez es que en el país se ha dejado de hacer prevención. Ha dejado de hablar de VIH “porque todavía es mal visto”.

Desde el campo médico

David Larreátegui, infectólogo del Hospital Carlos Andrade Marín, menciona que en el mundo hay cerca de 30 esquemas de tratamiento que buscan evitar que el virus se siga replicando.

El tratamiento aplicado en el país, aunque no es el más avanzado del mundo, “es eficaz” y se basa en una combinación de tres fármacos antirretrovirales (tenofovir-emtricitabina-efavirenz), tomados en una sola dosis, con el que se ha conseguido inhibir el virus, y favorecer al sistema inmune.

Sin embargo, reconoce la existencia de efectos secundarios a nivel neurosiquiátrico (depresión, insomnio, mareo y pesadillas..), alteraciones en el colesterol, triglicéridos y riesgos de infarto.

La persona con VIH debe dejar de beber, fumar y mantener una buena alimentación.

DATOS

>> 43.887 personas viven con VIH en Ecuador.

>> 33.472 están diagnosticadas.

>> 20 a 49 años, es el rango de edad de afectación.

>> 4.077 nuevos casos de VIH se registran cada año en e país.

>> 2.880 (70,64%) corresponden a hombres.

>> 1.197 (29,36%) corresponden a mujeres.

>> 3.458 (84,82%) de los nuevos casos se concentran

en: Guayas, Pichincha, El Oro, Los Ríos, Esmeraldas, Manabí, Azuay y Santo Domingo.

>> 5,02 defunciones por cada 100.000 habitantes, relacionada al sida, se registró en 2017.

Fuentes: Estrategia de VIH – MSP / INEC)