Dios perdona…

RITA MACÍAS ZAMBRANO

Era muy chica cuando por besarse frente a ellos con su novio, mi abuelo o mis padres castigaban duramente a mi hermana mayor… parecieran católicos fanáticos ensimismados en sus creencias, “pero es que Dios perdona el pecado, mas no el escándalo”, decían ellos. Pasado el tiempo consideré que esa forma de razonar, juzgar y castigar una acción social, escolar o familiar apuntaba de cierta manera a que creciera una gran comunidad curuchupa, hipócrita que tiraba la piedra y escondía la mano o como se decía vulgarmente “se comiera el mundo bajo cuerda sin rendir cuenta de sus actos”.

Los años han pasado y vemos que la sociedad va en decrecimiento y que en ocasiones esas formas ambiguas de actuar y juzgar de nuestros abuelos era más efectiva y acertada que la actual. Hoy es normal, a través de redes mediáticas, informarnos de hechos que hasta hace poco eran execrables y no es que la práctica del sexo oral sea satánica ni aberrante en una relación de pareja ya sea formal u ocasional, más allá de ese acontecimiento es el hecho de haber sido público y lo que es peor haber sido observado y permitido por quien se supone es la persona indicada para corregir, asesorar y tutoriar a su vástago.

En todo caso, nada de eso hubiese llegado al conocimiento de la comunidad sino hubiese estado cerca alguien que con toda mala intención pensó en causar daños directos y colaterales a los interactuantes de esa noche de desenfreno. “Ay del hombre por quien viene el escándalo”. Si grande es la pena que el escandaloso causa a Dios, grande ha de ser también el castigo que le espera. En una sociedad donde el denominador común es la deshonestidad, la falta de pudor, la agresión, el asesinato, la corrupción en sus más altos gobernantes, el caso de “una probada de dominico” resulta desestresante.

Pero ahí no termina lo decepcionante, lo más reprochable inicia cuando actitudes como estas son premiadas por ciertos medios de comunicación, productores nacionales y canales de nuestra localidad, convirtiendo a los protagonistas de esos escándalos en celebridades. Por Dios, reaccionemos ante tanta estupidez, es una irresponsabilidad social, incluso, de las autoridades que se permita esto, mañana los jóvenes causarán mayor bochorno para escalar en la fama dejando de lado sus estudios por la falta de oportunidades. ¡Basta ya, frenemos esto!

[email protected]

RITA MACÍAS ZAMBRANO

Era muy chica cuando por besarse frente a ellos con su novio, mi abuelo o mis padres castigaban duramente a mi hermana mayor… parecieran católicos fanáticos ensimismados en sus creencias, “pero es que Dios perdona el pecado, mas no el escándalo”, decían ellos. Pasado el tiempo consideré que esa forma de razonar, juzgar y castigar una acción social, escolar o familiar apuntaba de cierta manera a que creciera una gran comunidad curuchupa, hipócrita que tiraba la piedra y escondía la mano o como se decía vulgarmente “se comiera el mundo bajo cuerda sin rendir cuenta de sus actos”.

Los años han pasado y vemos que la sociedad va en decrecimiento y que en ocasiones esas formas ambiguas de actuar y juzgar de nuestros abuelos era más efectiva y acertada que la actual. Hoy es normal, a través de redes mediáticas, informarnos de hechos que hasta hace poco eran execrables y no es que la práctica del sexo oral sea satánica ni aberrante en una relación de pareja ya sea formal u ocasional, más allá de ese acontecimiento es el hecho de haber sido público y lo que es peor haber sido observado y permitido por quien se supone es la persona indicada para corregir, asesorar y tutoriar a su vástago.

En todo caso, nada de eso hubiese llegado al conocimiento de la comunidad sino hubiese estado cerca alguien que con toda mala intención pensó en causar daños directos y colaterales a los interactuantes de esa noche de desenfreno. “Ay del hombre por quien viene el escándalo”. Si grande es la pena que el escandaloso causa a Dios, grande ha de ser también el castigo que le espera. En una sociedad donde el denominador común es la deshonestidad, la falta de pudor, la agresión, el asesinato, la corrupción en sus más altos gobernantes, el caso de “una probada de dominico” resulta desestresante.

Pero ahí no termina lo decepcionante, lo más reprochable inicia cuando actitudes como estas son premiadas por ciertos medios de comunicación, productores nacionales y canales de nuestra localidad, convirtiendo a los protagonistas de esos escándalos en celebridades. Por Dios, reaccionemos ante tanta estupidez, es una irresponsabilidad social, incluso, de las autoridades que se permita esto, mañana los jóvenes causarán mayor bochorno para escalar en la fama dejando de lado sus estudios por la falta de oportunidades. ¡Basta ya, frenemos esto!

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Era muy chica cuando por besarse frente a ellos con su novio, mi abuelo o mis padres castigaban duramente a mi hermana mayor… parecieran católicos fanáticos ensimismados en sus creencias, “pero es que Dios perdona el pecado, mas no el escándalo”, decían ellos. Pasado el tiempo consideré que esa forma de razonar, juzgar y castigar una acción social, escolar o familiar apuntaba de cierta manera a que creciera una gran comunidad curuchupa, hipócrita que tiraba la piedra y escondía la mano o como se decía vulgarmente “se comiera el mundo bajo cuerda sin rendir cuenta de sus actos”.

Los años han pasado y vemos que la sociedad va en decrecimiento y que en ocasiones esas formas ambiguas de actuar y juzgar de nuestros abuelos era más efectiva y acertada que la actual. Hoy es normal, a través de redes mediáticas, informarnos de hechos que hasta hace poco eran execrables y no es que la práctica del sexo oral sea satánica ni aberrante en una relación de pareja ya sea formal u ocasional, más allá de ese acontecimiento es el hecho de haber sido público y lo que es peor haber sido observado y permitido por quien se supone es la persona indicada para corregir, asesorar y tutoriar a su vástago.

En todo caso, nada de eso hubiese llegado al conocimiento de la comunidad sino hubiese estado cerca alguien que con toda mala intención pensó en causar daños directos y colaterales a los interactuantes de esa noche de desenfreno. “Ay del hombre por quien viene el escándalo”. Si grande es la pena que el escandaloso causa a Dios, grande ha de ser también el castigo que le espera. En una sociedad donde el denominador común es la deshonestidad, la falta de pudor, la agresión, el asesinato, la corrupción en sus más altos gobernantes, el caso de “una probada de dominico” resulta desestresante.

Pero ahí no termina lo decepcionante, lo más reprochable inicia cuando actitudes como estas son premiadas por ciertos medios de comunicación, productores nacionales y canales de nuestra localidad, convirtiendo a los protagonistas de esos escándalos en celebridades. Por Dios, reaccionemos ante tanta estupidez, es una irresponsabilidad social, incluso, de las autoridades que se permita esto, mañana los jóvenes causarán mayor bochorno para escalar en la fama dejando de lado sus estudios por la falta de oportunidades. ¡Basta ya, frenemos esto!

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Era muy chica cuando por besarse frente a ellos con su novio, mi abuelo o mis padres castigaban duramente a mi hermana mayor… parecieran católicos fanáticos ensimismados en sus creencias, “pero es que Dios perdona el pecado, mas no el escándalo”, decían ellos. Pasado el tiempo consideré que esa forma de razonar, juzgar y castigar una acción social, escolar o familiar apuntaba de cierta manera a que creciera una gran comunidad curuchupa, hipócrita que tiraba la piedra y escondía la mano o como se decía vulgarmente “se comiera el mundo bajo cuerda sin rendir cuenta de sus actos”.

Los años han pasado y vemos que la sociedad va en decrecimiento y que en ocasiones esas formas ambiguas de actuar y juzgar de nuestros abuelos era más efectiva y acertada que la actual. Hoy es normal, a través de redes mediáticas, informarnos de hechos que hasta hace poco eran execrables y no es que la práctica del sexo oral sea satánica ni aberrante en una relación de pareja ya sea formal u ocasional, más allá de ese acontecimiento es el hecho de haber sido público y lo que es peor haber sido observado y permitido por quien se supone es la persona indicada para corregir, asesorar y tutoriar a su vástago.

En todo caso, nada de eso hubiese llegado al conocimiento de la comunidad sino hubiese estado cerca alguien que con toda mala intención pensó en causar daños directos y colaterales a los interactuantes de esa noche de desenfreno. “Ay del hombre por quien viene el escándalo”. Si grande es la pena que el escandaloso causa a Dios, grande ha de ser también el castigo que le espera. En una sociedad donde el denominador común es la deshonestidad, la falta de pudor, la agresión, el asesinato, la corrupción en sus más altos gobernantes, el caso de “una probada de dominico” resulta desestresante.

Pero ahí no termina lo decepcionante, lo más reprochable inicia cuando actitudes como estas son premiadas por ciertos medios de comunicación, productores nacionales y canales de nuestra localidad, convirtiendo a los protagonistas de esos escándalos en celebridades. Por Dios, reaccionemos ante tanta estupidez, es una irresponsabilidad social, incluso, de las autoridades que se permita esto, mañana los jóvenes causarán mayor bochorno para escalar en la fama dejando de lado sus estudios por la falta de oportunidades. ¡Basta ya, frenemos esto!

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