Sueñan con la banda

Entre 1978 y 2017, el país tuvo 11 elecciones presidenciales en las que 100 binomios desfilaron ante los ciudadanos intentando obtener su voto y alcanzar el poder. Los ha habido para todos los gustos. Los que llegaron sin carrera política y los que tenían antecedentes que mostrar, bien sea legislativos o en gobiernos locales. Los que lograron la Presidencia a la primera, y los que la consiguieron al tercer intento. Los candidatos con mayor número de participaciones -Álvaro Noboa y Rodrigo Borja- y los que fueron ‘debut y despedida’. Sin embargo, La mitad de ellos, 50 binomios, no obtuvo siquiera el 5% de los votos. Y aun así, incorporan con orgullo a sus hojas de vida, como si se tratara de un reconocimiento o un título, “candidato a la Presidencia de la República”.

Para febrero de 2021 más de 20 precandidatos calientan para la carrera. Unos buscan con desesperación organización política que los auspicie; otros se disponen a competir previamente en primarias. La gran mayoría no aparece en las encuestas y, con probabilidad, pasarán a engrosar la lista de los que obtienen 1% o 2% del voto.

¿Qué los motiva a participar? Algunos se creen con opciones, otros solo querrán sumar una línea a su currículum. Pero todos disfrutarán del Fondo de Promoción Electoral durante los 45 días que dure la campaña. Para las elecciones pasadas, en 2017, cada binomio presidencial dispuso de más de 575 mil dólares para exhibirse en los medios de comunicación.

¿Quién paga esa campaña? ¡Nosotros! Son nuestros recursos los utilizados -y a veces hasta abusados- por los candidatos, sus partidos y movimientos. Y es que debido a una disposición constitucional su campaña en televisión, radio, diarios y vallas solo se puede pagar con recursos públicos. No podemos oponernos a que cualquiera postule, pero sí discutir si nos corresponde a los ciudadanos pagar por sus novelerías.

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