Ya basta, carajo…

Ya vamos por el octavo mes de este año 2020 que vino para enseñarnos muchas cosas. De él aprendimos el significado vital de horrorosas palabras como pandemia, virus, enfermedad y muerte; pero, junto a ellas llegaron otras que, si bien existían en el diccionario, ahora adquirieron la dimensión de lo real, de lo cotidiano.

Robo, corrupción son las que circulan con mayor frecuencia en los medios de comunicación, en las redes sociales y en las conversaciones entre familiares y entre amigos. Robo y corrupción que siempre han formado parte de la vida, pero que ahora, sus dimensiones son otras porque inundan todos los aspectos de la vida social y afectan, no solo la economía, sino que, ahora, ponen en riesgo la vida de cientos o de miles de seres humanos. Ya no asesina con balas o armas blancas, ahora solo hace falta un ambicioso y desadaptado personaje que firme contratos con sobreprecios para que los ciudadanos de un país no tengan acceso a medicinas o a una cama de hospital y atención médica y termine sus días en el completo abandono y hasta en el frío suelo de una vereda o de una calle.

Robo y corrupción de familias enteras, de políticos, de médicos, de funcionarios públicos, de porteros, de ingenieros, de constructores, de empresarios, de asambleístas, de ex asambleístas, de expresidentes, de exministros. Parecería que la pandemia no solo les afectó la salud, sino que además les provocó olvido de valores, de civismo, de honestidad, de honradez.

Hace un par de días, un amigo me envió un mensaje por whats up, la nueva tecnología que nos permite estar en contacto a pesar del aislamiento al que estamos sometidos, en el que, una diputada paraguaya increpa a sus colegas de su impavidez ante las evidencias de contratos con sobreprecios y, asume la responsabilidad de presentar denuncias ante la justicia de dichos delitos. La diputada, con voz firme y decidida les dice: “Basta, Carajo” Es decir, su indignación llega al límite de gritar tan castiza palabra contra la diligente corrupción y contra la indolente actitud frente a ella.

Bien por ella. Es una mujer que desdice el estereotipo de cree que el valor de la lucha es patrimonio de los hombres, y se erige en, ausencia de ellos, en la defensora de la vida y de la honradez. “Basta, carajo” es su grito que debería ser el nuestro. Basta, carajo de robar, de pensar y soñar en robar aunque eso signifique poner en riesgo la vida de otros y de otros seres humanos. Basta, carajo… de tanta indolencia, de tanta cobardía nuestra que no defendemos ni siquiera la vida y miramos a un lado cuando los ladrones actúan a vista y paciencia de autoridades y de ciudadanos.

El grito debería ser escuchado y apropiado por todos nosotros: Basta, carajo….

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