Desconexión

Llegaron las vacaciones. Y la desconexión es necesaria. Debemos volver al trabajo manual, a los juegos grupales y familiares, a contar historias de cuando fuimos chicos, de cuando salíamos a las calles a pelotear, con las bicis. Es tiempo de reforzar en el imaginario de la familia que el tiempo pasado fue mejor, porque teníamos salud, porque no había temor de contagio.

Las vacaciones que empiezan hoy serán anormales: no habrán viajes a la playa, no iremos a otras ciudades y todo será cercano y seguro. Entonces deberemos ser más hábiles para poder entretenernos en familia y cuidarnos más que nunca. Volver a los álbumes para contar historias, recuperar las tradiciones familiares y descubrir a las nuevas generaciones aquellos secretos que enriquecen la mitología de padres y abuelos.

Necesitamos desconectarnos para recuperar habilidades de conversación y de contar historias, de inventar juegos. Debemos desconectarnos para desarrollar aptitudes artísticas y deportivas sin necesidad de cursos vacacionales ni tutores.

Volvamos a abrir aquel libro que dejamos. Volvamos a intentar arreglar ese desperfecto, que nuestros hijos ayuden con las herramientas: dañemos las cosas para pasar tiempo juntos y luego reírnos de que ninguno lo supo arreglar.

No es necesario desconectarse de los amigos ni de la familia extendida, porque el apoyo y la compañía digital son el soporte que tenemos en estos momentos para afrontar soledades forzadas.

El reto es mantenernos cuerdos, desconectarnos de la infodemia, de la pandemia y de la anomia. No debemos desconectarnos de las necesidades ni de los problemas sociales, pues ahora más que nunca están alertas los explotadores, usureros y delincuentes.

Es tiempo de reforzar los vínculos y demostrar que nos queremos desconectar de lo que nos daña y nos conectamos con más fuerza a los que nos aman y amamos.

Estas vacaciones encendámonos y conectémonos con la vida.