Linchamiento mediático

En este país atormentado por la corrupción, donde los límites que imponían la moral pública y privada a la avaricia y la codicia han sido brutalmente avasallados, quedan apenas unos pocos destellos de esperanza: Una democracia frágil, pero al fin restablecida; una parcialmente recuperada independencia entre las funciones del Estado; la existencia de muchos fiscales y jueces que honran su altísima magistratura, y la presencia, cada vez más influyente, de un valeroso periodismo de investigación, que nos alientan a pensar que, felizmente, no todo está perdido.

Del ejercicio del verdadero periodismo no se puede esperar una actitud neutral ni mucho menos indiferente o laxa, especialmente en temas relacionados con la moral pública. Un silencio complaciente frente al uso y abuso de los recursos del pueblo sería una complicidad inaceptable y una traición a los principios fundamentales de esta noble profesión. Por suerte, esto no está sucediendo en el Ecuador; por el contrario, la mayoría de los medios de comunicación han adoptado una posición ética que es fundamental para una sociedad democrática que está obligada, por su propia supervivencia, a un proceso de purificación de la política y de sanción drástica a las mafias criminales que burlan los más sagrados intereses de la nación de hoy y del futuro.

En las democracias del mundo el periodismo de investigación se ha constituido en un poderoso bastión para la defensa de los valores morales y de los intereses de la humanidad, despertando la rabiosa acometida de las mafias corruptas vinculadas al crimen organizado, sus protectores, cómplices y aliados. Es tan grave la situación que el periodismo se ha convertido en la profesión más peligrosa del mundo. Solamente en México más de cien periodistas han sido asesinados en los últimos 20 años, y está fresca en la memoria de la humanidad el atroz crimen cometido con el periodista Jamal Khashoggi, en octubre del 2018 dentro del Consulado de Arabia Saudí, en Estambul.

En el Ecuador se pretende, por parte de sectores interesados en que reine la impunidad, revivir la nefasta figura del ‘linchamiento mediático’, seguramente con el fin de amedrentar a los medios y a los periodistas que han informado documentadamente, respetando estrictamente los estándares éticos en el ejercicio de su misión en cualquier país democrático, con el respaldo de documentos fruto de investigaciones serias y responsables, sobre hechos que deben ser investigados sin favor ni temor por la justicia. Periodistas, jueces y fiscales probos merecen y saben que cuentan con el apoyo militante de una abrumadora mayoría de ecuatorianos.