Siete cielos de Olivia Cobos

POR: Germánico Solis

Quién sabe si Armando Hidrobo, autor de la canción “Aires de mi tierra”, creó las alegres estrofas para que sean manto que refugie a las almas artesanas de las gentes de Cotacachi, cuando en las lejanías buscan las formas del suelo natal. Quién sabe si ésos aires de la raza cotacacheña, en verdad recogen los rayos del sol y devuelven al Dios artesano, carpintero y discípulo de las talabarterías de la bendita comarca.

Muchas cosas querríamos saber de la festiva canción, mas lo que no se desconoce es que, las almas embebidas del azul del cielo cotacacheño, son felices en todas partes. Así embellece también la sensible poetisa Luisa Oliva Cobos Echeverría a su tierra, “Cotacachi, /fusión de primor y armonía/ en tus parajes/ realidad y fantasía; / inspiración del poeta, / artesano y artista.” ¡Qué acertamiento! delicado y en extremo fino verso, que de paso asiente a su querido Cachipugro, barrio impreso con calles empedradas, y en el sitio preciso, la llave del agua que saciaba las cansadas bocas.

No resulta extraño que el alma niña de Luisa Oliva, se nutrió con el verdor de los maizales; que inocente jugó con el viento de los chaparrales, encrespado a veces, y en otras, agencioso en el aventamiento del trigo. Que por su sangre surcan las rimas de Monseñor Bernandino Echeverría tío de su madre. Y que ahora, en la madurez, los recuerdos de los festejos a su padre Eduardo, son leyendas en la que se narran risas y apenamientos, y se libertan los secretos de doña Luisa su madre, revelando los adobos del caldo de gallina y del morocho molido en piedra.

La existencia de Luisa Olivia es poesía, desde sus pasos en la escuela a la que asistía en la espalda de la profesora Angelita, como original muestra de ternura en demasía, hasta sus composiciones musicales para niños o los boleros entintados de romanticismo, sin dejar de lado, la devoción a su amado acordeón que tanta felicidad le diera cuando tocaba canciones cívicas, villancicos, himnos a provincias y cantones en el ejercicio de maestra.

La vida de Luisa Olivia es una sensible lira afinada por las clases de literatura de Gustavo Báez en el Ulpiano de la Torre, que influyen en sus prosas y en el lenguaje; se hace sonora su obra cual agrandada cítara, al estudiar Lengua y Literatura en la Universidad de Loja y música en la de Chile.

Un concurso le llevó a la escuela Ana Luisa Leoro de Ibarra y al magisterio. Luego de 40 años de docencia, la jubilación le da nuevas satisfacciones, disfruta de la familia, amistades y viajes. En el tiempo ha publicado algunos libros, con la Casa de la Cultura a la que pertenece, los poemarios “Sentimientos” y “Sueños Tangibles”. Ha escrito para el periódico “Letras de Imbabura” y para la “Revista Imbabura” de la misma institución. Su obra poética junta poesías líricas, ecológicas y maternales.

El fallecimiento de su madre, tituló a Luisa Olivia sucesora de la casa donde llega una numerosa familia a las prácticas de sus antecesores, en ella persiste el alma artesana de su padre, aporreando al descarne y al curtido de pieles, y produciendo maleteros para médicos al ritmo de las canciones salidas desde un antiguo radio.