Ibarra, ¿una ciudad para qué?

POR: Jorge Madera Castillo

Nuestra Ibarra, esta ciudad favorecida por el lado que se mire, la que está rodeada de una naturaleza prodigiosa, la de ubicación privilegiada desde la cual puede conectar hacia todos los puntos cardinales, la del clima primaveral, la de la planicie generosa, la que contiene un patrimonio cultural increíble en peligro de desaparecer, la que históricamente ha sido cuna de hombres y mujeres de alma grande que han honrado al país, la ciudad que se volvió universitaria y que por sus múltiples condiciones se ha vuelto atractiva para vivir convirtiéndose en la gran receptora de ciudadanos de todas las latitudes… Esta Ibarra ha crecido de una forma inusitada y, quienes pertenecemos a las generaciones que vivimos y crecimos en ese centro histórico que tenía límites, en esa pequeña ciudad de vida tranquila, apacible y si se quiere parroquiana, somos testigos de estas grandes evoluciones que, lamentablemente ninguna administración municipal de estos últimos tiempos ha sido capaz de interpretar ni prever adecuadamente.

Si García Moreno nos dejó un trazo de ciudad perfecto y futurista para aquel tiempo, no se termina de entender porque con el paso de los años, cuando la ciudad en estas últimas décadas se ha visto forzada a crecer, no tuvieron el cuidado de pararse en el Alto de Reyes, hoy San Miguel Arcángel, para observar y planificar con visión de largo aliento el tipo de crecimiento físico que ese maravilloso tablero de ajedrez necesitaba, considerando las proyecciones de crecimiento demográfico que nunca las hicieron.

Hoy sigue llegando gente a vivir en esta ciudad y bienvenidos cuando se trata de personas que echan buenas raíces y se convierten en ciudadanos ibarreños que contribuyen y construyen. Pero Ibarra no puede continuar siendo una bolsa receptora sin fin y seguir transformándose una ciudad cada vez más desordenada y caótica, sin norte alguno con crecimientos de tipo reactivo, mas no debidamente planificado. Lo que antes se denominaba Plan Regulador, hoy al parecer ha sido reemplazado por el denominado “Plan de Desarrollo y Ordenamiento Territorial” que al revisarlo deja más preocupaciones e incógnitas que otra cosa; y poca gente lo conoce.

Hoy Ibarra tiene que hacer un alto forzoso levantando una bandera de alerta. Los diferentes tipos de presiones como son el crecimiento demográfico y su ubicación privilegiada deben obligarnos ahora sí, a proyectar una ciudad con propósito, con algún norte, con objetivos claros. ¡No podemos continuar así!

Discutamos los grandes temas de ciudad y no nos dejemos deslumbrar por el remiendo y el caramelo populista que, antes que construir, desorienta y distrae el camino del desarrollo.