Un placer de o ibarreños

Ruby Estévez

Cada vez que disfrutamos de sabores únicos que nos deleitan y nos transportan a un estado de gozo puro. En Ibarra se guarda celosamente muchos dulces tradicionales que son preparados con amor y mucha pasión por amas de casa que cuidan desde la calidad del producto hasta su gloriosa presentación; es sencilla pero apetecida, todo con el fin de llevar a propios y extraños a disfrutar de los mejores manjares cuidadosamente seleccionados que sorprenden por su sabor profundo, colores y perfumes creando una mágica atmósfera.

Cierto es que algunos se han perdido, pero muchos sobreviven: el dulce de leche, guayaba, inigualables, los higos negros que se sirven con queso de cuajada. Quién no recuerda otros placeres, las golosinas; los suspiros, aplanchados, moncaybas, panuchas, los mojicones, la caca de perro ahora se llaman abejones, las melcochas, las habas enconfitadas hechas con panela, la máchica frita, el maní de dulce y otras creaciones de muchos sabores hechos con ingredientes fáciles al alcance del bolsillo, todo para satisfacer el buen gusto y paladar de los Ibarreños.

Nuestras tradiciones son muy variadas; cómo no recordar con el lente del tiempo a los heladeros impecables que con su cajón blanco vendían los helados de hielo seco donde los labios, la lengua se quedaban pegados, el plátano congelado, los bolos de agua hechos con fresco solo, el come solito que al poner en la mano o en la boca se quedaba pintada de rojo, el color salía en veinte y cuatro horas.

Los famosos “helados de paila” de Rosalía Suárez y sus herederos, ellos con sutileza han rescatado hasta hoy los verdaderos sabores con frutas frescas y variadas, hechas en paila de bronce puesta sobre hielo del páramo, con sal en grano y paja, mostrando a los turistas las delicias que pueden crear manos hábiles de los ibarreños. Y qué decir de las famosas nogadas con tocte, el arrope de mora, los delicados y tantos dulces que deleitaron nuestra juventud y que forman parte de nuestros recuerdos más gratos.

Lo nuestro hasta hoy se hace y cultiva en un ambiente lleno de historia y tradición sigue preparándose porque cada día los ibarreños vamos al rescate de los verdaderos sabores y olores, donde el gusto se complace con los sabores, el olfato que goza con los olores y aromas; ricos dulces, nuestros mayores plasmaron su personalidad donde todos quedamos embrujados el paladar y el corazón.