Sucesos de mi ciudad

Mario García Gallegos

La vida de un colectivo social está matizada por acontecimientos buenos y malos. La singladura de los pueblos se parece a la suerte de los individuos; sin lugar a disquisiciones es la suma de vivencias, de efemérides y experiencias que con el paso inexorable del tiempo se constituyen en su historia o su leyenda.

Nos preguntamos a veces la razón de los acontecimientos, el porqué los sucesos eventuales que generalmente se atribuyen a una determinación providencial o al destino de los hombres. Pero si pensamos más profundamente, encontramos la respuesta aproximada cuando consideramos otros elementos como el entorno social, físico y cultural.

Ubicándonos en nuestra querida Ibarra, especialmente en su bello núcleo urbano de 81 manzanas patrimoniales que por razones conocidas ha sufrido un notorio e injustificado estancamiento y hasta culposo abandono en los últimos 50 años, asombra realmente.

No es posible aceptar que durante tanto tiempo la colectividad haya tolerado la inercia de las autoridades y la incuria de los propietarios de sus casonas y edificios de enorme riqueza arquitectónica. En ese lapso aquí no ha pasado nada y parecería que a nadie le ha importado.

Pero como toda pesadilla tiene su fin, en los últimos 4 años experimentamos una fuerte y visionaria reacción dirigida a poner en valor la heredad colectiva pudiendo señalar algunos de ellos, por ejemplo: nuestra ciudad es ahora limpia gracias a la contenerización y al equipo de aseo; es evidente el interés municipal por emprender en la regeneración urbana; se ha practicado una política de atención equitativa a las zonas marginales con el equipamiento recreacional y deportivo; se han ampliado y adoquinado muchas vías y por último, se acaba de inaugurar el alumbrado moderno de del parque Pedro Moncayo: ¡Bien para empezar! Y mejor para continuar