Óleos y cuartillas de José Villarreal

POR: Germánico Solis

Los abuelos eran héroes para nietos y vecinos, sus manos nervudas agarraban las de los infantes llevándoles a imperios de dragones o hasta las cavernas de abominables monstruos, hipnotizaban a sus oyentes durante horas, hablaban de guerras, libros, cruzadas por la vida, personajes, glorias y penurias, ficciones y realidades que coincidían con el asomo de las luciérnagas, eran la historia que aparecía y desaparecía, imborrable en las imaginaciones la memoria de la luz.

La benignidad de aquellos abuelos junto a sus nietos, iba hasta la rejilla de la tienda cercana, escogían entre la oferta de otros tiempos las golosinas: melcochas o chupetes artesanales y de preferencia pan con plátano o máchica. Era curtirse con velas, jabones y fósforos para prontamente hacer los mandados.

José Villarreal tuvo ese filón, recorrió con su abuelo Marcial Miranda, estancias y recodos ibarreños, desde las catatumbas, pasando por atrasados puentes, hasta ensimismarse en la Hacienda Pilanquí, quizá buscaron el catre de Atahualpa en Caranqui o soslayarse con los convites del Tahuando a sus vados y canturreos. Relatos incansables eran las recuas de bestias, ensartando la fábula con titánicos oficios a Colombia y Ecuador. Los barrios antiguos fueron suyos, torrecilla de empeños las calles Salinas y Grijalva su hogar, cerca las campanas catedralinas y el Teatro Gran Colombia.

Los andares infantiles y el asentamiento juvenil en la territorialidad ibarreña, graban en José Villareal las nervaduras de las hojas, texturas terrígenas, pedruscos, olores del alba, ocasos preñados de letanías, los amigos del grupo cultural “La Bodoquera”, tapiales, pajonales, celajes, la sangre abultada de la gente untada con la filosofía atañéndole al arte. Dejó la guitarra, el rock, la biología, botánica y zoología.

Adiestran las manos del pintor ibarreño José Villarreal, la enorme oferta de los cómics mexicanos, esas historietas que llegaron a millones para entretener, genialidad de productores como José Cruz, aprendizaje de la línea y el dibujo. El Daniel Reyes y la Universidad Central establecen los conceptos estéticos y la académica.

La obra plástica de José Villarreal tiene procesos, hallazgos estéticos precolombinos y encaminamientos neofigurativos, trenzados colmillos y mujeres, garras, mitología, los contenidos son la conciencia de los fenómenos o hechos en el tiempo, “escribí la fábula y no la moraleja”, afirma el pintor para entenderle. Si bien son usuales el óleo, acrílico o témpera, él construye los pigmentos en el momento de su existencia histórica, alejándose de virtuosismos que “conspiran la obra”.

La creación de Villarreal es rastra de constancia, conocimientos, investigación descriptiva, el hojear libros en su biblioteca, la comunicación cultural. Sin ser abstracto ni costumbrista, llega a logros perennes como el mural que con descomunal fuerza y color cuenta el retorno de los ibarreños, epílogo del terremoto de 1868. Su afinado pensamiento, erudición y espíritu buscador, han llevado sus manos a la máquina de escribir, publicará ligero su novela “Trópico de Jano”, otra manera de pintar el drama de la vida.