Cuánta falta nos hace la esperanza.

Fausto Jaramillo Y.

A pesar de los actos de corrupción que sacuden la consciencia ciudadana, hoy corren vientos electorales que pronto llenarán nuestra atención. En el primer trimestre del próximo año los ecuatorianos acudiremos a las urnas para elegir a nuestras autoridades seccionales y a los miembros definitivos del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.

Ante este llamado debemos preguntarnos si los ecuatorianos estamos preparados para elegir razonada y correctamente. Me temo que la respuesta no va a ser positiva. Es que la década perdida no solo nos ofrece obras de infraestructura con sobrefacturación y coimas, sino que trajo consigo el miedo y la sumisión, con lo que se perdió el civismo y la capacidad de análisis y responsabilidad.

El anterior gobierno en su afán de copar todos los niveles del poder provocó un silencio que socavó la convivencia democrática.

Los partidos políticos fueron borrados de la vida diaria del país y, con ello, la educación cívica ciudadana, puesto que solo quedó espacio para los obsecuentes servidores que cobraban con un sánduche y con un vaso de gaseosa su participación como alza manos y gritones de manifestaciones. No hubo oportunidad de que las organizaciones pudieran educar a sus partidarios, no se permitió el análisis y la discusión; y hoy pagamos las consecuencias.

Perdimos la oportunidad de preparar a nuevos líderes y los viejos se retiraron a la muerte o al silencio y ahora el país no tiene referentes que marquen el camino, que nos digan cómo llegar a la meta, puesto que ni siquiera tenemos metas a alcanzar. Las voces con las que podíamos estar de acuerdo o no, se silenciaron y las nuevas, las desconocidas, hasta ahora no presentan signos de inteligencia y valor. Nos hemos quedado en la denuncia de la corrupción, pero nos hacen falta líderes que nos seduzcan con sus ideas, planes y propuestas.

El construir tal o cual obra no es lo que nos hace falta, lo que requiere el país es líderes que desde su vida y sus palabras nos infundan esperanza y nos muestren que existe una luz al final del túnel.