Lucha contra la corrupción y la impunidad

POR: Ramiro Ruiz R.

El Presidente de la República creará la Secretaría Anticorrupción, adscrita a la Presidencia. La institución que generará políticas y acciones para facilitar las denuncias de actos de corrupción. Además, coordinará la cooperación entre instituciones de Gobierno, organizaciones de control y entidades judiciales involucradas en la investigación, juzgamiento y sanción.

Esta noticia ratifica que existen entidades de justicia, pero ineficientes. No olvidemos que esta Secretaría existió con Correa, y el resultado lo estamos viviendo. Detrás de las puertas de aquella institución se formó una madriguera que organizó el crimen.

Una pregunta básica, ¿para qué otra dependencia? ¿Acaso engordará la burocracia insaciable y obstaculizará a la justicia? ¿No sería mejor fortalecer y tecnificar la Fiscalía?

La lucha contra la corrupción tiene un propósito: restituir el Estado de Derecho, reducir la corrupción: puntales que sostienen la seguridad, la estabilidad y prosperidad.

Existe la posibilidad de trabajar con Naciones Unidas. La Fiscalía tiene la extraordinaria tarea de desmantelar la red criminal relacionada con sobornos, sobreprecios, contratos a dedo, diezmos; sin olvidar el idilio con el narcotráfico, el blanqueo de dinero relacionados con el presidente anterior y algunos seguidores alojados, hasta estos días, en el actual Gobierno de Moreno.

La lucha contra la corrupción y la impunidad significa identificar, investigar y juzgar a exjueces y jueces corruptos, empresarios públicos y privados, políticos que en las próximas elecciones buscan el perdón social y la purificación.

Otro paso necesario, borrar para siempre las leyes que protegen a los delincuentes y facilitan la ilegalidad.

El trabajo fundamental, exigente y peligroso es terminar con la corrupción; y otra, perfeccionar a la sociedad y organizar una democracia que funcione y proteja al país de este mal. Si el crimen y la ilegalidad avanzan, el país se debilitará y aumentará un estilo de vida de miedo, y peor todavía, la aceptación a la corrupción como un hecho normal y corriente. Si gana la democracia y la justicia, los ciudadanos recuperarán la confianza y defenderán el Estado de Derecho.

Está pendiente la reforma de la educación. El niño tiene que aprender a respetar la propiedad ajena, comprender que la trampa en los estudios y exámenes, el engaño y la mentira, la impuntualidad, la irresponsabilidad, y hasta el mal genio, son actos que perfeccionan a un niño corrupto. Los profesores deben librarse de la esclavitud de burócratas mediocres e improductivos, sometidos durante 12 años; 10 años anteriores y dos últimos.

Los niños necesitan una educación junto a la familia, no sólo instruidos, sino capaces de enfrentar y solucionar problemas que les dará la vida.