Tiempo de arte

Tiempo de arte
Tiempo de arte

Por: Germánico Solis

He visto al poeta andar por las calles y plazas ibarreñas. Su ceño entona los entalles que tienen los pensadores, acarrea en sus divagaciones dos o tres libros bajo su brazo. Pareciera incluso que en su cabeza suena una sonata de la inventiva de algún músico clásico y hasta se creería que revolotea en su corazón, los avatares tristones que como cuerdas guitarrean alguna tonadilla ecuatoriana.

Luis Ernesto Cocha nace en la espesura de San Lorenzo, provincia de Esmeraldas, el 18 de mayo del 1965. Se descifra entonces que el agotador ambiente tropical, impregnado de olores marinos, del aleteo amarillento de los loros, de los chillidos enloquecidos de los monos, hizo de él un espíritu desmedidamente terrenal, ¡reclutado para la vida! Más aún, hombre perceptivo a los ramalazos que hieren al ser, cuando su coexistencia con las pasiones y el trabajo de hembras y varones montubios, esos humanos de andar de hormiga, le trasmitieron mundologías que a manera de fogón, fueron una herrería, lumbre perpetua que esculpe a los poetas.

Por todo esto, el prosista Cocha dice: “Poeta es ese ser que con la inteligencia y la palabra hace posible que el espíritu se eleve hasta los placeres puros, hay muchos versificadores –añade- pero pocos son poetas” Sostiene que la poesía es la voz de los que no la tienen, que su poder conmueve al humano, al gobernante, al universo, que los versos de dolor, tristeza, miseria, de injusticia, abren caminos de esperanza, de cambio, de advenimiento de las libertades.

El poeta radicado hoy en Ibarra narra que a los 16 años figuró en el romanticismo, luego acuñó versos alistados en la denuncia social, para más tarde hacer del existencialismo el destino del hombre. Su ideología es de izquierda, aunque no ha hecho militancia partidista, sus lineamientos son antagónicos al capitalismo. Es creyente en Dios, en la memoria de su padre que le indujo a la lectura, y es grato a un fraile que le dio el libro “Cuando los Guayacanes Florecían” de Nelson Estupiñan.

Influyen en su oficio Raúl Pérez Torres, César Dávila, César Vallejo, Huilo Ruales, Iván Carvajal, Juan Ruales. Alimentan su inteligencia los maestros de música clásica, los pintores Guayasamin, Kigman, Gilberto Almeida, Edgar Reascos, Picasso. En sus gustos están el pasillo ecuatoriano. Es fiel en el amor a su esposa y son remembranza el Teatro Popular y sus películas mejicanas.

Su obra es grande y ancha, como los premios y reconocimientos logrados a nivel local, nacional e internacional. Su producción se centra en la poesía, cuento y novela, siendo el género del ensayo también notable. Su última novela es fruto del infortunio obrado por los reveses de la vida,

“Yo no tengo cuentos o patrañas ni vivo de engaños o estafas”, dice a propósito del argumento de la novela “Celebración del Decapitado” que es una valiente denuncia a las injusticias y abuso de las autoridades. Actualmente es docente en un colegio de Ibarra y es miembro fundador de la Corporación Cultural “Aguafuerte”.