Ibarra y sus tres ciudades

POR: José Albuja Chaves

Indiscutible resulta que nuestra ciudad como primigenia villa, obedece a varios factores que obraron como desencadenantes de un proceso con miras a alentar una salida al mar de Sur, pues los primeros pobladores del Valle vislumbraban un desarrollo promisorio de este ubérrimo valle al conectarse hacia un puerto marítimo que crecía en ciernes. A ello se suma su abundante producción agrícola de más de 200 finqueros españoles y descendientes, ya asentados en el lugar, que proveían de maíz, algodón y cereales en abundantes raciones para acopio local y de Quito y otros pueblos cercanos, así como a Cartagena de Indias, al norte.

Estos factores, igualmente, impulsan a los misioneros a juntar fuerzas para abrir un camino a Pasto y Popayán y poder comunicarse para la consecución de sus objetivos específicos.

En resumen, salida al mar, organización civil y administrativa de los pobladores existentes y un punto de unión de Quito con Pasto son suficientes razones para que Cristóbal de Troya cumpliera la orden de Miguel de Ibarra de fundar la Villa el 28 de septiembre de 1606.

Cuando la Villa crecía y aún había participado fervorosamente en las luchas emancipadoras, la naturaleza obró de siniestro y la sepultó con casi toda su masa humana, formando argamasa con sangre, músculo, huesos y barro y hasta su propia historia acumulada en sus evidencias.

Entre 1868 y 1972 se produce la romería de los pocos sobrevivientes, no más de 500, hacia Santa María de la Esperanza, lugar en el que forzosamente se inicia una “Ciudad Temporal”, cuya historia es lamentable y llena de frustraciones. Ciudad de heridos, discapacitados, traumatizados, niños huérfanos, ancianos en soledad, en la que nacieron nuevos hijos, o en la murieron para siempre los que tuvieron que adelantarse y quedarse en aquel camposanto a expensas del tiempo.

Vendrá luego El Retorno el 28 de abril de 1872 y la tercera ciudad ya es parte de su propia historia y de la historia fundida en el solo haz de la gran Ciudad Blanca.

Pero, a la Ciudad Temporal la quieren enterrar con espacios deportivos fruto del clientelismo morboso. ¡Señora Alcaldesa, pare esa ignominia y permita como ibarreña que la ciudad disponga de un espacio de recordación y reverencia de nuestros antepasados y con miras a exhibirlo como un sello que distinga nuestra identidad! ¡Hoy y ahora!