¿Se terminan los reinados?

POR: Germánico Solis

Tras el anuncio del alcalde del Distrito Metropolitano de Quito, que dice no a la elección de reina de Quito, otras ciudades se pronunciaron de igual manera. Y no por esnobismo o imitación a Jorge Yunda, sino, porque este ánimo brotó hace tiempo en otras urbes que se acostumbraron a esta designación, polémica muchas veces, y en otras, motivo de parabienes y cumplidos a las habilidades de negociantes encubiertos.

El linajudo nombramiento de reina fue siempre motivo de ardorosos comentarios a favor y en contra. En algunas ciudades esta nominación se lo hacía escogiendo las mujeres más bonitas y pertenecientes a las clases altas, incluso, una manera de llegar era vendiendo boletos, de tal manera que la que más tenía era nombrada reina, y claro, para obtener banda, corona y cetro, se imponía el dinero. El acto de coronación se realizaba en locaciones frecuentadas por las clases descritas y que eran clubes encopetados.

El paso del tiempo y la inserción en la sociedad de otros sectores sociales con diferente jerarquía, hizo se sintiera más aún las diferencias económicas y de origen, persistiendo preferencias y acuerdos con los jurados que de anticipado tenían una ganadora. Posteriormente y con la acometividad de legitimar las decisiones, se inventaron una corte en la que se nombran Señorita Turismo, Patronato, Confraternidad, Fotogénica, Amistad, Sonrisa.

Quienes apadrinaron las postulaciones para los reinados fueron las Cámaras y firmas pudientes que muchas veces dejaron a un lado a mujeres talentosas y bellas que no representaban esos corrillos. Como sea, en no pocas veces se sintió discrimen y exclusión, se dio trato de inferioridad a la mujer por motivos raciales y económicos.

Dejar estos reinados acierta dar a la mujer valores que no son dimensiones y exhibicionismos que contrarían derechos. Acaba con gastos superfluos, en nuestro medio quita lo frívolo, echar a una mujer sin presupuesto municipal a que en aventura golpee puertas para cumplir tal o cual acción, más aún, convertirla en aliño para eventos. La decisión descoloniza una vieja práctica de propaganda aristocrática y feudal que hace hipar negociados e inmerecidas concejalías.