Los destruidos jardines naturales de los ibarreños

Por Jorge Madera Castillo

Hablemos en ibarreñísimo: históricamente muchas generaciones de nuestros mayores tuvieron dos grandes sitios naturales de esparcimiento. El entonces límpido rio Tahuando que era en gran proveedor de líquido vital para la ciudad, sitio para bañarse y lavar la ropa, lugar de esparcimiento familiar y juego de los guambras, sitio donde cosechábamos las “tortas” y romántico lugar para los amoríos. También la laguna de Yahuarchocha con su antiguo pueblo de agricultores que principalmente era el destino dominguero de las familias a donde llegaban a pata, haciendo su “paseo de guabas”; en temporada de producción, el jefe de familia “compraba un árbol” con anticipación, y bajo su sombra hacían su pic nic familiar y cosechaban con un garabato; no se alzaban sin la guitarreada y un “fuerte” para que no patee la comilona; el frondoso árbol les duraba hasta cuatro cosechas/paseos semanales. Se puede decir que juntamente con el sauce, el nogal, el níspero y otros, el guabo es otra de las especies forestales históricas (endémicas) de la ciudad; por su lado los jóvenes acudían el fin de semana al antiguo muelle de madera donde armaban sus matinés bailables y se servían un picante. No existía el autódromo y el acceso era por chaquiñanes; un sendero rodeaba a la laguna; “de guagua alcancé” a vivir esas deliciosas tradiciones y costumbres que se conservaron hasta los años 60.

Estos hermosos lugares permanecieron intactos cientos de años. Quizá por aquella tradición de que cientos de aborígenes lugareños fueron masacrados a orillas del lago…o que la batalla de Ibarra se libró en la orilla del Tahuando, nuestros mayores habrían sido más que respetuosos de estos lugares. Podría ser. Pero después de los años 60 y durante solo cinco décadas, una combinación entre autoridades irresponsables con ciudadanos dañinos hemos destruido este patrimonio natural. Yahuarcocha avanza en una infame degradación y el Tahuando es una cloaca; y no hay quién se atreva a parar esto. Los ambientalistas anti minería industrial defienden los posibles daños al ambiente, pero se han callado no solamente ante la minería ilegal e informal como la de Buenos Aires, Nambija y otras, sino que no han chistado ante los daños que la ciudad, sus autoridades y habitantes hemos provocado a nuestros jardines naturales que son la laguna y el río. Nuestro mundo al revés. Autoridades de turno han preferido invertir millonadas en parques artificiales pudiendo haberlo hecho en esas hermosas riveras como lo hizo Cuenca. Una muestra más de que no tenemos planificación alguna, todo es al buen tun-tun y nadie sabe a dónde va la ciudad. Continuaremos este tema.

DIARIO LA HORA

22/08/2019