¿Todos somos, en verdad, iguales ante la Ley?

No se puede mejorar lo que no se entiende. Lo visto la semana pasada obliga a que nos preguntemos: ¿Qué tendría que reformarse, para garantizar que la justicia funcione genuinamente a favor de todas las personas? La Constitución, las leyes y sus reglamentos, los códigos civil y penal, ¿son garantía de que todos, absolutamente todos, somos iguales ante la Ley y tenemos los mismos derechos?

Sin transparencia no hay justicia, se debe garantizar el acceso al trabajo que hacen los tribunales a todos los niveles y, desde luego, la Fiscalía y los organismos de control. Eso incluye las sentencias, pero también otros tipos de análisis estadístico, cualitativo y de percepción, que permitan evaluar dónde exactamente están las fallas. ¿El acceso a la justicia depende de la edad, el género, la orientación sexual, el origen étnico, el color de piel, la discapacidad y el poder económico de las personas?

Por más que tengan páginas web y sus funcionarios aparezcan en los medios de comunicación a veces con demasiada frecuencia, la ciudadanía tiene la convicción de que los operadores de justicia, en delitos tipificados de la misma forma, no actúan de manera semejante y equilibrada. Sin entender el papel que juegan los propios tribunales en la perpetuación de esta injusticia, no podremos corregirla. Se deben fortalecer los mecanismos internos de control para detectar actos de corrupción

La reforma del sistema judicial debe comenzar por los mecanismos de selección y promoción de jueces. Si queremos que la justicia funcione para todas las personas, tenemos que saber quién, de hecho, obtiene justicia y quién no.


Un experto es un hombre que ha dejado de pensar: sabe”. Frank Lloyd Wright. Arquitecto estadounidense (1867-1959)
La experiencia es el bastón de los ciegos”. Jacques Roumain. Escritor y político haitiano (1907-1944)