Giro a la derecha

Kléber Mantilla Cisneros

Luis Lacalle Pou fue electo el nuevo presidente Uruguay y conlleva una renovación del liderazgo político en la región latinoamericana. Los avances tecnológicos, la representación de equidad de género y la economía de competencia fueron sus referentes de campaña. Una propuesta innovadora que gobernará a partir de marzo de 2020 que inaugura otros paradigmas y la crisis creciente de los populismos de izquierda.

Los populismos disminuyen las posibilidades de crecimiento organizado de la sociedad, pero al cambiar de modelo, lo crítico aparece al separar a los políticos de sus intereses particulares y formas tecnológicas. Otro estilo implica transparentar las necesidades de las mayorías pero fuera de las conveniencias del momento.

Lacalle es hoy el triunfador que enfrentó y resistió la conducción del Facebook, Twitter y el resto de redes sociales. Un conocedor del nuevo estereotipo de ‘libertad de expresión’ y los efectos de la ‘mentira política’ al costo que sea. Un conocedor del activismo de sofá y de la ilusión de partidos políticos tras la fantasía de comunidades virtuales pasajeras. Un denunciólogo de los populistas incapaces y corruptos.

Lo segundo fue presentar una campaña feminista coherente. Claro, si en el electorado la mayoría son mujeres, la candidata tendría que ser Beatriz Argimón, la primera vicepresidenta uruguaya electa y defensora de los derechos de los niños y adolescentes. Una escribana que enfrentó y denunció los escándalos sexuales del intendente de Colonia. Fue conductora de televisión. Su obra teatral ‘Los monólogos de la vagina’ se viralizó tanto y más rápido que en la televisión.

La campaña electoral proliferó en medio de una atmósfera internacional de pánico, miedo, terror, por las protestas violentas realizadas en los países vecinos. Escenario aprovechado para convocar a la pacificación y la reconstrucción económica. La simple libertad a trabajo y a salir a la calle. Con la producción y distribución de la riqueza en equilibrio y sostenibilidad; pero, además, con libertad para competir. Sobre todo, concretar la solución a problemas estratégicos y enfrentar el endeudamiento.

[email protected]
@kleber_mantilla

Kléber Mantilla Cisneros

Luis Lacalle Pou fue electo el nuevo presidente Uruguay y conlleva una renovación del liderazgo político en la región latinoamericana. Los avances tecnológicos, la representación de equidad de género y la economía de competencia fueron sus referentes de campaña. Una propuesta innovadora que gobernará a partir de marzo de 2020 que inaugura otros paradigmas y la crisis creciente de los populismos de izquierda.

Los populismos disminuyen las posibilidades de crecimiento organizado de la sociedad, pero al cambiar de modelo, lo crítico aparece al separar a los políticos de sus intereses particulares y formas tecnológicas. Otro estilo implica transparentar las necesidades de las mayorías pero fuera de las conveniencias del momento.

Lacalle es hoy el triunfador que enfrentó y resistió la conducción del Facebook, Twitter y el resto de redes sociales. Un conocedor del nuevo estereotipo de ‘libertad de expresión’ y los efectos de la ‘mentira política’ al costo que sea. Un conocedor del activismo de sofá y de la ilusión de partidos políticos tras la fantasía de comunidades virtuales pasajeras. Un denunciólogo de los populistas incapaces y corruptos.

Lo segundo fue presentar una campaña feminista coherente. Claro, si en el electorado la mayoría son mujeres, la candidata tendría que ser Beatriz Argimón, la primera vicepresidenta uruguaya electa y defensora de los derechos de los niños y adolescentes. Una escribana que enfrentó y denunció los escándalos sexuales del intendente de Colonia. Fue conductora de televisión. Su obra teatral ‘Los monólogos de la vagina’ se viralizó tanto y más rápido que en la televisión.

La campaña electoral proliferó en medio de una atmósfera internacional de pánico, miedo, terror, por las protestas violentas realizadas en los países vecinos. Escenario aprovechado para convocar a la pacificación y la reconstrucción económica. La simple libertad a trabajo y a salir a la calle. Con la producción y distribución de la riqueza en equilibrio y sostenibilidad; pero, además, con libertad para competir. Sobre todo, concretar la solución a problemas estratégicos y enfrentar el endeudamiento.

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Luis Lacalle Pou fue electo el nuevo presidente Uruguay y conlleva una renovación del liderazgo político en la región latinoamericana. Los avances tecnológicos, la representación de equidad de género y la economía de competencia fueron sus referentes de campaña. Una propuesta innovadora que gobernará a partir de marzo de 2020 que inaugura otros paradigmas y la crisis creciente de los populismos de izquierda.

Los populismos disminuyen las posibilidades de crecimiento organizado de la sociedad, pero al cambiar de modelo, lo crítico aparece al separar a los políticos de sus intereses particulares y formas tecnológicas. Otro estilo implica transparentar las necesidades de las mayorías pero fuera de las conveniencias del momento.

Lacalle es hoy el triunfador que enfrentó y resistió la conducción del Facebook, Twitter y el resto de redes sociales. Un conocedor del nuevo estereotipo de ‘libertad de expresión’ y los efectos de la ‘mentira política’ al costo que sea. Un conocedor del activismo de sofá y de la ilusión de partidos políticos tras la fantasía de comunidades virtuales pasajeras. Un denunciólogo de los populistas incapaces y corruptos.

Lo segundo fue presentar una campaña feminista coherente. Claro, si en el electorado la mayoría son mujeres, la candidata tendría que ser Beatriz Argimón, la primera vicepresidenta uruguaya electa y defensora de los derechos de los niños y adolescentes. Una escribana que enfrentó y denunció los escándalos sexuales del intendente de Colonia. Fue conductora de televisión. Su obra teatral ‘Los monólogos de la vagina’ se viralizó tanto y más rápido que en la televisión.

La campaña electoral proliferó en medio de una atmósfera internacional de pánico, miedo, terror, por las protestas violentas realizadas en los países vecinos. Escenario aprovechado para convocar a la pacificación y la reconstrucción económica. La simple libertad a trabajo y a salir a la calle. Con la producción y distribución de la riqueza en equilibrio y sostenibilidad; pero, además, con libertad para competir. Sobre todo, concretar la solución a problemas estratégicos y enfrentar el endeudamiento.

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Luis Lacalle Pou fue electo el nuevo presidente Uruguay y conlleva una renovación del liderazgo político en la región latinoamericana. Los avances tecnológicos, la representación de equidad de género y la economía de competencia fueron sus referentes de campaña. Una propuesta innovadora que gobernará a partir de marzo de 2020 que inaugura otros paradigmas y la crisis creciente de los populismos de izquierda.

Los populismos disminuyen las posibilidades de crecimiento organizado de la sociedad, pero al cambiar de modelo, lo crítico aparece al separar a los políticos de sus intereses particulares y formas tecnológicas. Otro estilo implica transparentar las necesidades de las mayorías pero fuera de las conveniencias del momento.

Lacalle es hoy el triunfador que enfrentó y resistió la conducción del Facebook, Twitter y el resto de redes sociales. Un conocedor del nuevo estereotipo de ‘libertad de expresión’ y los efectos de la ‘mentira política’ al costo que sea. Un conocedor del activismo de sofá y de la ilusión de partidos políticos tras la fantasía de comunidades virtuales pasajeras. Un denunciólogo de los populistas incapaces y corruptos.

Lo segundo fue presentar una campaña feminista coherente. Claro, si en el electorado la mayoría son mujeres, la candidata tendría que ser Beatriz Argimón, la primera vicepresidenta uruguaya electa y defensora de los derechos de los niños y adolescentes. Una escribana que enfrentó y denunció los escándalos sexuales del intendente de Colonia. Fue conductora de televisión. Su obra teatral ‘Los monólogos de la vagina’ se viralizó tanto y más rápido que en la televisión.

La campaña electoral proliferó en medio de una atmósfera internacional de pánico, miedo, terror, por las protestas violentas realizadas en los países vecinos. Escenario aprovechado para convocar a la pacificación y la reconstrucción económica. La simple libertad a trabajo y a salir a la calle. Con la producción y distribución de la riqueza en equilibrio y sostenibilidad; pero, además, con libertad para competir. Sobre todo, concretar la solución a problemas estratégicos y enfrentar el endeudamiento.

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