José Albuja Chaves

José Albuja Chaves

Posiblemente ya suman algunos lustros en los que sigue vigente una ordenanza municipal en Ibarra que obliga a que en su Centro Histórico, bien delimitado para aquellos efectos, se pinten las fachadas de las edificaciones públicas y privadas con un color blanco fundamentalmente, quizás para recordar aquello de Ciudad Blanca, pero que lleva también consigo un propósito de conservar un ornato uniforme que le confiera identidad y personalidad a este querido rincón de nuestra bucólica geografía.

Se sostiene que nuestra idiosincrasia lleva muy adentro una tara social que persiste incólume hasta el presente, pues “hecha la ley, hecha la trampa”, se dice, cuando se abordan las razones para que Ibarra se haya convertido en una ciudad multicolor de hiriente visualización, pues por todos sus costados se ensayan colores y combinaciones extrañas para “adornar” las fachadas de todas sus edificaciones, ya nuevas como modernas, o ya cargadas de la edad del siglo pasado, y por doquier el arcoíris prevalece morbosamente.

Pero lo más hiriente comenzó cuando se “reinauguró” la democracia ecuatoriana a partir de 1979 en que una bienintencionada Ley de Partidos Políticos obligó a que estos grupos se inscriban con normas internas y adopten símbolos y más menjurjes alrededor de un color específico, que los identifique y los distinga, más por esto que por su ideario o doctrina mismos, temporada en la cual se inicia un asalto tormentoso a la faz pública, como ser que autoridades de elección popular al creerse la madre de Tarzán, se las dan por decorar los edificios de gobiernos locales y provinciales con los colores de los que provienen. Y así, del verde se pasa al amarillo, al naranja, al verde Flex, al azul desteñido…

La Alcaldía actual ha dispuesto pintar la fachada del edificio municipal de Ibarra desde los primeros días de su gestión con un color blanco, de pureza y transparencia, lo cual merece destacarse y ojalá sirva no solamente como ornamentación, sino como motivación para que los habitantes se fijen en esta decisión, así como los funcionarios que manejan estas competencias cumplan y hagan cumplir la ley, sin hacerse de la vista gorda.

Ibarra se merece este giro.