Honesto, íntegro

POR: Ruby Estévez

Nuestra forma de ser y actuar es de abrumadora complejidad y hondura, puesto que en él existen diferentes formas de ser y actuar, muchas son adquiridas de nuestros antepasados que se nos transmitieron por herencia. Cierto es que en nuestro diario vivir nos encontramos con gente honesta, pero necesitamos gentes íntegras, ser honesto no es cualquiera; por decir, “vas al banco a sacar 150 dólares y te dan por equivocación 190 dólares, si tú devuelves, para unos es ser honesto, para otros devolver es una locura, el que devuelve tiene una paz interior y la conciencia tranquila, no hizo daño, si eres deshonesto lo mal habido no es aprovechado.

La honestidad habla de lo que decimos, hacemos, de nuestra reputación; la integridad habla de lo que pensamos, sentimos, de lo que somos, aunque nadie nos esté mirando. Hoy más que nunca nuestras generaciones buscan la integridad no con engaños y malos ejemplos, a ellos no les interesa tanto las palabras, sino lo que pueden aprender mirando de nuestros mayores. A cada momento hacemos hincapié que no hay que mentir, que es malo, que más rápido cae el mentiroso que el ladrón; toca la puerta de nuestra casa y les decimos a nuestros hijos, si me buscan a mí diles que no estoy.

De qué honestidad estamos hablando si para hacer el bien a una persona, por debajo hay miseria humana, “dinero o placer”; muchos creen ser íntegros, donde los ven, es solo por encima, cuando en el fondo son sepulcros blanqueados. Cierto es que la perfección no existe, nadie es completo, pero al menos tratemos de aproximarnos a la honestidad y luchar por la integridad, para no tener que algún día avergonzarnos y bajar la cabeza con rubor. Hay defectos en el ser humano que hemos sembrado y cultivado por la indolencia de nuestra voluntad y otros con los que hemos nacido; siempre es útil el reconocimiento de nuestras faltas para no malgastar nuestra vida actuando mezquinamente, nunca lograremos tener buen fruto.

A grandes fracasos lleva la deshonestidad por falta de reconocimiento sereno de nuestras imperfecciones; las ambiciones desmedidas, las vanidades exageradas, las locuras del placer siempre hace que crezca y echen raíces dañinas que desfiguran nuestra personalidad.

La sociedad actual es hoy un caos, llenos de dudas e intranquilidad, la honestidad no tiene conciencia, la integridad nada importa, hay demasiadas argucias, embustes, mentiras, corrupción; hay una falsa bondad que siempre dice sí a todo y nunca se cumple, las personas probas en sus promesas ya casi no existen, una buena reputación y crédito a muchos ya no interesa. Hoy más que nunca debemos tratar de que nuestros niños y jóvenes aprendan amar la honestidad y buscar la integridad, no solo por una obligación moral sino por su utilidad, quizás hoy no les será útil, mañana sí, para adquirir respeto, consideración; estas cualidades nos proporcionan todas las armas necesarias en la lucha de la vida.

POR: Ruby Estévez

Nuestra forma de ser y actuar es de abrumadora complejidad y hondura, puesto que en él existen diferentes formas de ser y actuar, muchas son adquiridas de nuestros antepasados que se nos transmitieron por herencia. Cierto es que en nuestro diario vivir nos encontramos con gente honesta, pero necesitamos gentes íntegras, ser honesto no es cualquiera; por decir, “vas al banco a sacar 150 dólares y te dan por equivocación 190 dólares, si tú devuelves, para unos es ser honesto, para otros devolver es una locura, el que devuelve tiene una paz interior y la conciencia tranquila, no hizo daño, si eres deshonesto lo mal habido no es aprovechado.

La honestidad habla de lo que decimos, hacemos, de nuestra reputación; la integridad habla de lo que pensamos, sentimos, de lo que somos, aunque nadie nos esté mirando. Hoy más que nunca nuestras generaciones buscan la integridad no con engaños y malos ejemplos, a ellos no les interesa tanto las palabras, sino lo que pueden aprender mirando de nuestros mayores. A cada momento hacemos hincapié que no hay que mentir, que es malo, que más rápido cae el mentiroso que el ladrón; toca la puerta de nuestra casa y les decimos a nuestros hijos, si me buscan a mí diles que no estoy.

De qué honestidad estamos hablando si para hacer el bien a una persona, por debajo hay miseria humana, “dinero o placer”; muchos creen ser íntegros, donde los ven, es solo por encima, cuando en el fondo son sepulcros blanqueados. Cierto es que la perfección no existe, nadie es completo, pero al menos tratemos de aproximarnos a la honestidad y luchar por la integridad, para no tener que algún día avergonzarnos y bajar la cabeza con rubor. Hay defectos en el ser humano que hemos sembrado y cultivado por la indolencia de nuestra voluntad y otros con los que hemos nacido; siempre es útil el reconocimiento de nuestras faltas para no malgastar nuestra vida actuando mezquinamente, nunca lograremos tener buen fruto.

A grandes fracasos lleva la deshonestidad por falta de reconocimiento sereno de nuestras imperfecciones; las ambiciones desmedidas, las vanidades exageradas, las locuras del placer siempre hace que crezca y echen raíces dañinas que desfiguran nuestra personalidad.

La sociedad actual es hoy un caos, llenos de dudas e intranquilidad, la honestidad no tiene conciencia, la integridad nada importa, hay demasiadas argucias, embustes, mentiras, corrupción; hay una falsa bondad que siempre dice sí a todo y nunca se cumple, las personas probas en sus promesas ya casi no existen, una buena reputación y crédito a muchos ya no interesa. Hoy más que nunca debemos tratar de que nuestros niños y jóvenes aprendan amar la honestidad y buscar la integridad, no solo por una obligación moral sino por su utilidad, quizás hoy no les será útil, mañana sí, para adquirir respeto, consideración; estas cualidades nos proporcionan todas las armas necesarias en la lucha de la vida.

POR: Ruby Estévez

Nuestra forma de ser y actuar es de abrumadora complejidad y hondura, puesto que en él existen diferentes formas de ser y actuar, muchas son adquiridas de nuestros antepasados que se nos transmitieron por herencia. Cierto es que en nuestro diario vivir nos encontramos con gente honesta, pero necesitamos gentes íntegras, ser honesto no es cualquiera; por decir, “vas al banco a sacar 150 dólares y te dan por equivocación 190 dólares, si tú devuelves, para unos es ser honesto, para otros devolver es una locura, el que devuelve tiene una paz interior y la conciencia tranquila, no hizo daño, si eres deshonesto lo mal habido no es aprovechado.

La honestidad habla de lo que decimos, hacemos, de nuestra reputación; la integridad habla de lo que pensamos, sentimos, de lo que somos, aunque nadie nos esté mirando. Hoy más que nunca nuestras generaciones buscan la integridad no con engaños y malos ejemplos, a ellos no les interesa tanto las palabras, sino lo que pueden aprender mirando de nuestros mayores. A cada momento hacemos hincapié que no hay que mentir, que es malo, que más rápido cae el mentiroso que el ladrón; toca la puerta de nuestra casa y les decimos a nuestros hijos, si me buscan a mí diles que no estoy.

De qué honestidad estamos hablando si para hacer el bien a una persona, por debajo hay miseria humana, “dinero o placer”; muchos creen ser íntegros, donde los ven, es solo por encima, cuando en el fondo son sepulcros blanqueados. Cierto es que la perfección no existe, nadie es completo, pero al menos tratemos de aproximarnos a la honestidad y luchar por la integridad, para no tener que algún día avergonzarnos y bajar la cabeza con rubor. Hay defectos en el ser humano que hemos sembrado y cultivado por la indolencia de nuestra voluntad y otros con los que hemos nacido; siempre es útil el reconocimiento de nuestras faltas para no malgastar nuestra vida actuando mezquinamente, nunca lograremos tener buen fruto.

A grandes fracasos lleva la deshonestidad por falta de reconocimiento sereno de nuestras imperfecciones; las ambiciones desmedidas, las vanidades exageradas, las locuras del placer siempre hace que crezca y echen raíces dañinas que desfiguran nuestra personalidad.

La sociedad actual es hoy un caos, llenos de dudas e intranquilidad, la honestidad no tiene conciencia, la integridad nada importa, hay demasiadas argucias, embustes, mentiras, corrupción; hay una falsa bondad que siempre dice sí a todo y nunca se cumple, las personas probas en sus promesas ya casi no existen, una buena reputación y crédito a muchos ya no interesa. Hoy más que nunca debemos tratar de que nuestros niños y jóvenes aprendan amar la honestidad y buscar la integridad, no solo por una obligación moral sino por su utilidad, quizás hoy no les será útil, mañana sí, para adquirir respeto, consideración; estas cualidades nos proporcionan todas las armas necesarias en la lucha de la vida.

POR: Ruby Estévez

Nuestra forma de ser y actuar es de abrumadora complejidad y hondura, puesto que en él existen diferentes formas de ser y actuar, muchas son adquiridas de nuestros antepasados que se nos transmitieron por herencia. Cierto es que en nuestro diario vivir nos encontramos con gente honesta, pero necesitamos gentes íntegras, ser honesto no es cualquiera; por decir, “vas al banco a sacar 150 dólares y te dan por equivocación 190 dólares, si tú devuelves, para unos es ser honesto, para otros devolver es una locura, el que devuelve tiene una paz interior y la conciencia tranquila, no hizo daño, si eres deshonesto lo mal habido no es aprovechado.

La honestidad habla de lo que decimos, hacemos, de nuestra reputación; la integridad habla de lo que pensamos, sentimos, de lo que somos, aunque nadie nos esté mirando. Hoy más que nunca nuestras generaciones buscan la integridad no con engaños y malos ejemplos, a ellos no les interesa tanto las palabras, sino lo que pueden aprender mirando de nuestros mayores. A cada momento hacemos hincapié que no hay que mentir, que es malo, que más rápido cae el mentiroso que el ladrón; toca la puerta de nuestra casa y les decimos a nuestros hijos, si me buscan a mí diles que no estoy.

De qué honestidad estamos hablando si para hacer el bien a una persona, por debajo hay miseria humana, “dinero o placer”; muchos creen ser íntegros, donde los ven, es solo por encima, cuando en el fondo son sepulcros blanqueados. Cierto es que la perfección no existe, nadie es completo, pero al menos tratemos de aproximarnos a la honestidad y luchar por la integridad, para no tener que algún día avergonzarnos y bajar la cabeza con rubor. Hay defectos en el ser humano que hemos sembrado y cultivado por la indolencia de nuestra voluntad y otros con los que hemos nacido; siempre es útil el reconocimiento de nuestras faltas para no malgastar nuestra vida actuando mezquinamente, nunca lograremos tener buen fruto.

A grandes fracasos lleva la deshonestidad por falta de reconocimiento sereno de nuestras imperfecciones; las ambiciones desmedidas, las vanidades exageradas, las locuras del placer siempre hace que crezca y echen raíces dañinas que desfiguran nuestra personalidad.

La sociedad actual es hoy un caos, llenos de dudas e intranquilidad, la honestidad no tiene conciencia, la integridad nada importa, hay demasiadas argucias, embustes, mentiras, corrupción; hay una falsa bondad que siempre dice sí a todo y nunca se cumple, las personas probas en sus promesas ya casi no existen, una buena reputación y crédito a muchos ya no interesa. Hoy más que nunca debemos tratar de que nuestros niños y jóvenes aprendan amar la honestidad y buscar la integridad, no solo por una obligación moral sino por su utilidad, quizás hoy no les será útil, mañana sí, para adquirir respeto, consideración; estas cualidades nos proporcionan todas las armas necesarias en la lucha de la vida.