Ley y no justicia

POR: Víctor Hugo Portocarrero

La Constitución del Ecuador habla de la “justicia” como un derecho inalienable de todos los ecuatorianos/as. Ésta, es mencionada desde su primer artículo y en posterior, por una serie de artículos, numerales y párrafos.

Cuando hablamos de justicia y su aplicación, esta no se refiere a una justicia aplicada a la piedra que está en el camino, o al vil billete apañado, guardado en la bóveda propiedad de algún oligarca bañado y chorreando perfume francés, para intentar ocultar su pestilencia.

¡No! Se refiere, a esa magnánima humanidad, aplicada a favor de las personas de carne y hueso, y en ello se justifica.

No es justicia, aquello que se aplica a favor de una institución (creada singularmente y generalmente con el supuesto de servir a las personas) y en contra de una persona; eso, máximo llegará a constituirse en una acción determinada de una norma, probablemente declarada por y a conveniencia de los barbilindos.

Hemos sido sujetos y testigos históricamente, y en la actualidad, de como el Estado se corrompe a diario aplicando una ley acuñada a conveniencia, y cuya verborrea insita al vómito.

El Estado asesina, roba, explota; lleva adelante acciones terroristas; miente, descalifica, encarcela criminaliza, discrimina, estigmatiza; y su ley, manejada aparentemente, por un grupo de testaferros, desde todas las hermosas y típicas instituciones construidas, como si fueran fuertes levantados en protección del perfumado francés, destaca impunemente, defiende a los tiranos, y aplasta con su vorágine a las personas de bien.

Nos ha tocado vivir en nuestra contra, esta singular y general forma de confundir una ley con justicia.

Bien dicen que la justicia es divina, y la “aplicaban nuestros ancestros”, no la pestilente laya que hoy tiene encadenada la verdad y la historia.

POR: Víctor Hugo Portocarrero

La Constitución del Ecuador habla de la “justicia” como un derecho inalienable de todos los ecuatorianos/as. Ésta, es mencionada desde su primer artículo y en posterior, por una serie de artículos, numerales y párrafos.

Cuando hablamos de justicia y su aplicación, esta no se refiere a una justicia aplicada a la piedra que está en el camino, o al vil billete apañado, guardado en la bóveda propiedad de algún oligarca bañado y chorreando perfume francés, para intentar ocultar su pestilencia.

¡No! Se refiere, a esa magnánima humanidad, aplicada a favor de las personas de carne y hueso, y en ello se justifica.

No es justicia, aquello que se aplica a favor de una institución (creada singularmente y generalmente con el supuesto de servir a las personas) y en contra de una persona; eso, máximo llegará a constituirse en una acción determinada de una norma, probablemente declarada por y a conveniencia de los barbilindos.

Hemos sido sujetos y testigos históricamente, y en la actualidad, de como el Estado se corrompe a diario aplicando una ley acuñada a conveniencia, y cuya verborrea insita al vómito.

El Estado asesina, roba, explota; lleva adelante acciones terroristas; miente, descalifica, encarcela criminaliza, discrimina, estigmatiza; y su ley, manejada aparentemente, por un grupo de testaferros, desde todas las hermosas y típicas instituciones construidas, como si fueran fuertes levantados en protección del perfumado francés, destaca impunemente, defiende a los tiranos, y aplasta con su vorágine a las personas de bien.

Nos ha tocado vivir en nuestra contra, esta singular y general forma de confundir una ley con justicia.

Bien dicen que la justicia es divina, y la “aplicaban nuestros ancestros”, no la pestilente laya que hoy tiene encadenada la verdad y la historia.

POR: Víctor Hugo Portocarrero

La Constitución del Ecuador habla de la “justicia” como un derecho inalienable de todos los ecuatorianos/as. Ésta, es mencionada desde su primer artículo y en posterior, por una serie de artículos, numerales y párrafos.

Cuando hablamos de justicia y su aplicación, esta no se refiere a una justicia aplicada a la piedra que está en el camino, o al vil billete apañado, guardado en la bóveda propiedad de algún oligarca bañado y chorreando perfume francés, para intentar ocultar su pestilencia.

¡No! Se refiere, a esa magnánima humanidad, aplicada a favor de las personas de carne y hueso, y en ello se justifica.

No es justicia, aquello que se aplica a favor de una institución (creada singularmente y generalmente con el supuesto de servir a las personas) y en contra de una persona; eso, máximo llegará a constituirse en una acción determinada de una norma, probablemente declarada por y a conveniencia de los barbilindos.

Hemos sido sujetos y testigos históricamente, y en la actualidad, de como el Estado se corrompe a diario aplicando una ley acuñada a conveniencia, y cuya verborrea insita al vómito.

El Estado asesina, roba, explota; lleva adelante acciones terroristas; miente, descalifica, encarcela criminaliza, discrimina, estigmatiza; y su ley, manejada aparentemente, por un grupo de testaferros, desde todas las hermosas y típicas instituciones construidas, como si fueran fuertes levantados en protección del perfumado francés, destaca impunemente, defiende a los tiranos, y aplasta con su vorágine a las personas de bien.

Nos ha tocado vivir en nuestra contra, esta singular y general forma de confundir una ley con justicia.

Bien dicen que la justicia es divina, y la “aplicaban nuestros ancestros”, no la pestilente laya que hoy tiene encadenada la verdad y la historia.

POR: Víctor Hugo Portocarrero

La Constitución del Ecuador habla de la “justicia” como un derecho inalienable de todos los ecuatorianos/as. Ésta, es mencionada desde su primer artículo y en posterior, por una serie de artículos, numerales y párrafos.

Cuando hablamos de justicia y su aplicación, esta no se refiere a una justicia aplicada a la piedra que está en el camino, o al vil billete apañado, guardado en la bóveda propiedad de algún oligarca bañado y chorreando perfume francés, para intentar ocultar su pestilencia.

¡No! Se refiere, a esa magnánima humanidad, aplicada a favor de las personas de carne y hueso, y en ello se justifica.

No es justicia, aquello que se aplica a favor de una institución (creada singularmente y generalmente con el supuesto de servir a las personas) y en contra de una persona; eso, máximo llegará a constituirse en una acción determinada de una norma, probablemente declarada por y a conveniencia de los barbilindos.

Hemos sido sujetos y testigos históricamente, y en la actualidad, de como el Estado se corrompe a diario aplicando una ley acuñada a conveniencia, y cuya verborrea insita al vómito.

El Estado asesina, roba, explota; lleva adelante acciones terroristas; miente, descalifica, encarcela criminaliza, discrimina, estigmatiza; y su ley, manejada aparentemente, por un grupo de testaferros, desde todas las hermosas y típicas instituciones construidas, como si fueran fuertes levantados en protección del perfumado francés, destaca impunemente, defiende a los tiranos, y aplasta con su vorágine a las personas de bien.

Nos ha tocado vivir en nuestra contra, esta singular y general forma de confundir una ley con justicia.

Bien dicen que la justicia es divina, y la “aplicaban nuestros ancestros”, no la pestilente laya que hoy tiene encadenada la verdad y la historia.