Aquí – allá

POR: Ruby Estévez

Por querer estar “aquí – allá”, por querer tenerlo todo a costa de lo que sea, por luchar contra viento y marea por algo que no puede ser el cerebro está debilitado. Importa mucho el estado del cuerpo y la mente para nuestro perfeccionamiento, pues sin el no percibiríamos nada de lo que está a nuestro alrededor.

Llegó el estrés, por querer estar en el presente y en el futuro, aquí – allá, que es una ruptura que nos desgarra interiormente; crear y vivir con un desgarro interior, estar pensando solo en lo mismo y no encontrar salidas, es malsano.

Cuando nos movemos, trabajamos, corremos, hacemos; debemos hacerlo con goce de energía para no estar estresados ni partidos en dos, solo estará moviéndose, trabajando, disfrutando y gozándose de lo que hace. A diario comprobamos el desgaste inmenso al que nos somete la vida y si no nos damos cuenta es porque estamos embotados; un acto de buena voluntad es cambiar el rumbo, movernos y estimularnos sin desánimo utilizando aquellas ideas positivas; parar lo malo y dar paso a lo bueno, que con solo plantearlo gana la paz interior con una convivencia llena de comprensión y estima.

Por estar aquí – allá, sin control, viene el destrozo moral y físico, deja una estela de amargura, desengaños por situaciones adversas de la vida que todo el tiempo las tenemos presentes. A diario adoptamos actitudes irreales, barajamos posibilidades ilusorias y hasta desertamos del sentido común, a ello unimos nuestra actividad diaria cada vez más desbordante que tanta fuerza resta a nuestra vida que a diario reclama esfuerzo.

El hombre de antaño era muy feliz cuando amanecía a una nueva jornada con un despertar sereno, tranquilo, hasta poco a poco penetrar en la realidad de su vida; hoy cuando despertamos lo hacemos inquietos, pensando en mil cosas que pueden suceder, la entrega matutina de periódicos, las redes sociales, la TV con informaciones alarmantes, un desconcierto total para nuestra mente y espíritu.

Esta realidad es notoria en el terreno humano, vivimos en un ambiente que nos arrastra, que estanca al ser humano y eso es detenerse o retroceder. Ya no. Tenemos paz ni en el hogar porque el demonio del teléfono está metido; los problemas son el pan de cada día, no tenemos tiempo para nada y por encontrar soluciones oportunas vivimos en consultorios, clínicas, una tortura para los seres humanos.

Ya es hora de detener tanta locura que corroe la salud y la vida, es el momento de hacer un alto sintiendo el aire que fluye de y hacia su cuerpo, aprovechar nuestro campo de energía, manejar el momento para encontrar soluciones no antes ni después. No seamos como aquel arquitecto que no presta atención a los cimientos del edificio pero pasa mucho tiempo trabajando en una superestructura. Volvamos al momento presente aceptando plenamente que lo que tenemos y agradeciendo, reconciliándonos con la vida, con el presente, sin que nadie nos mantenga atrapados en el tiempo.