Pensemos…

POR: Fausto Jaramillo Y.

Las declaraciones del señor Jaime Vargas, actual presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), tanto en Guatemala como luego, en la ciudad de Cuenca, declarando ser la segunda autoridad del Ecuador, deberían servirnos para reflexionar sobre una serie de temas no resueltos que sobreviven, en forma latente, en el entramado social y político del país.

La historia de los pueblos primigenios de nuestro territorio se quebró con la llegada de los conquistadores incas, que lo asolaron. Luego, unos 80 años después, la llegada de los conquistadores españoles volvió a quebrar esa historia. Desde entonces, esas dos fracturas no han sido soldadas y las heridas, a pesar de lo que se diga, siguen doliendo, siguen sangrando en aquello que intentamos llamar identidad.

Todos sabemos que en aquellos años de la Colonia e incluso en los primeros años de la República, cuando imperaba el sistema de propiedad de las tierras llamada hacienda, mitas o huasipungos, fueron indignos siglos de explotación, exclusión y denigración de aquellos pueblos. Cuando se puso en vigencia la Reforma Agraria y el país, poco a poco, ingresó a la era de la industrialización, las relaciones sociales entre indígenas y mestizos empezaron a modificarse.

La explotación ya no es la norma. Los abusos y maltratos constituyen un delito, y la oportunidad de gozar de las bondades de la economía ya no pertenecen exclusivamente a una clase social.

Sin embargo, los resentimientos acumulados a través de los siglos surgen impetuosos y violentos cada vez que los líderes de los pueblos indígenas consideran que sus derechos podrían ser vulnerados, y la paz social se quebranta.

En la Constitución de Montecristi que por ahora nos cobija, consta que el Ecuador es Multicultural y Plurinacional; es decir que en nuestro territorio conviven varias naciones, y por derecho, esas múltiples naciones podrían ejercer su propia soberanía. Entonces, ¿por qué nos sorprende las declaraciones del líder de la Conaie?

Es que esa Constitución fue pensada en réditos electorales y no en el futuro del país. Se redactaron artículos creyéndolos vacíos de realidad, sin percatarse de todo el contenido que ellos tienen.

Las heridas deben sanarse conociéndose las aspiraciones y respetando las culturas. Enriqueciendo la vida de todas las organizaciones y comunidades. Soñando en un futuro común y solidario.