No qué, a quién

Gabriel U. García T.

Hace unos días, conversando con Oscar González, un filósofo que ha vivido siempre en Donostia, hablábamos sobre el futuro y el mundo que estamos dejando a nuestros hijos. Sin embargo, con ese talento que le caracteriza, en un momento dice: “el problema no es solo el mundo que dejamos, sino a quién lo dejamos”. Tiene razón, pero ¡cuántas aristas tiene esa frase!

Primero, el tema de oportunidades. ¿Las personas, que nos seguirán en el camino de la vida, tienen las mismas ventajas? ¿Podrán desarrollar sus vidas plenamente? Este es un elemento de asimetría. Los sectores rurales no tienes las mismas posibilidades que las ciudades y, la periferia, está en desventaja frente a la capital.

Luego, el tema educativo. ¿Cómo educamos? Pregunto no solo a los administradores del sistema público, sino también quienes somos padres. ¿Cuáles son los valores que inculcamos? No entendamos por ello, valores morales o concepciones sobre el bien y el mal, sino cosas simples como el ejemplo cotidiano, cuando leemos un libro o preferimos el teléfono celular. Allí estamos formando a quienes dejaremos el mundo.

Y, claro, la política, no definida como esa gran confrontación de ideas y visiones sobre el globo, sino como cosas comunes. Aquellas del día a día. Ese funcionario capaz de reparar una vereda cuando se ha dañado o que, simplemente, se esfuerza para que un ciudadano inicie exitosamente un negocio que, seguramente, generará puestos de trabajo y luchará contra la pobreza. Qué vea, tolerantemente, distintas visiones del mundo, aunque no concuerden con la suya.

Dejaremos un mundo mejor, cuándo los funcionarios, en medio de un gran festival internacional, como el de Artes Vivas de Loja, no solo piensen en incluir artistas de talla mundial, sino vuelvan sus ojos a Chuquiribamba y, dentro de la programación, incluyan, por ejemplo, el segundo festival de la canción nacional programado para las mismas fechas, gracias al esfuerzo de su prioste y en honor a la Patrona del Cisne.

A esas personas vale la pena dejarles el mundo. (O)

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