Mapa del mal

Gracias al mecanismo de delación compensada, la constructora brasileña Odebrecht dio a conocer, ante un tribunal de los Estados Unidos, los actos ilícitos que cometió en varios países.

A cambio de contratos, habría pagado 788 millones de dólares en coimas a mandatarios, ministros, políticos y más personas involucradas en sonados escándalos de corrupción, en Brasil, Venezuela, República Dominicana, Argentina, Colombia, Ecuador, Guatemala, México, Panamá y Perú. Acusados de haber cometido acciones indebidas, personajes de alta figuración se hallan presos.

En el denominado mapa del mal, estos casos ocupan amplio espacio, tanto por involucrar a diez países de nuestro continente como por los mecanismos utilizados dentro de bien planificada red delictiva. La opinión pública sigue con especial interés el desenvolvimiento de lo anotado y, asimismo, de otros hechos de similar naturaleza.

En nuestro medio se habla de nuevos ricos, de gente que desde provincias llegó en bus a nuestra capital y que ahora, con ostentación, en pocos años de participar en política, son verdaderos potentados (as), con vehículos y departamentos muy caros y hasta haciendas, entre otros bienes de dudosa adquisición.

¿Acaso en la política o la politiquería se localiza el reino de Midas para esos sujetos sin escrúpulos, pero expertos en el arte del engaño, que se presentan como defensores del pueblo, que manipulan las necesidades de los pobres, a los que con esa clase de procederes se les hunde más en su lamentable situación?

El peso de la justicia no debe tardar para quienes hayan perpetrado actividades reñidas con la decencia y el bien común, valores superlativos que han posibilitado la prosperidad de los países más desarrollados del planeta.

[email protected]