La enfermedad del populismo

El populismo es como una “enfermedad escurridiza” que socava las democracias. Así lo afirmó recientemente el escritor Mario Vargas Llosa.

“El principal enemigo de la democracia es el populismo, es una enfermedad escurridiza porque es difícil de enfrentar”, dijo tras recordar las victorias del presidente estadounidense, Donald Trump, quien –precisamente- acaba de cumplir un año en el poder. Y lo que es peor: de esa enfermedad no se libra ni la izquierda ni la derecha.

En América Latina hay dos casos patentes: Venezuela, que está en la ruina total, al borde del precipicio, y la Nicaragua de Daniel Ortega.

Vargas Llosa tiene razón en eso: Venezuela debería ser ejemplar para educarnos a los latinoamericanos para no incurrir en la fantasía de que un hombre fuerte, con ideas marxistas adaptadas al siglo XXI podría resolver los problemas del subdesarrollo y traer la verdadera justicia y la verdadera libertad a un país.

El caso de Ortega, por otro lado, es patético: ha destruido enteramente la democracia, salvo su fachada.

América Latina sabe por experiencia que no hay alternativa a la democracia liberal si quiere salir del subdesarrollo. Ya está retecomprobado que es el único sistema que permite progresar económicamente a un país. No hay duda que tenemos regímenes democráticos imperfectos y corruptos, pero incluso así, la democracia es preferible a las dictaduras. Y sobre todo, que haya verdadera libertad de expresión. Es mucho mejor el ruido de una prensa libre, que el silencio de una prensa amordazada.

«Lo admirable es que el hombre siga luchando y creando belleza en medio de un mundo bárbaro y hostil”.

Ernesto Sábato
Novelista y ensayista argentino (1911-2011)

«Cuanto más hostil es el entorno externo, con más fuerza una célula o individuo desarrolla talentos”.

Bernard Werber
Escritor y periodista francés (1961)