La reapertura de escuelas rurales

Luis Muñoz Muñoz

Otro de los estruendosos fracasos de la revolución ciudadana, liderada por Rafael Correa, durante una década, fue la reingeniería de la educación, en la cual se cometieron barbaridades, sacrificando como siempre a los más pobres, reingeniería que resultó inadecuada a nuestra realidad.

En este craso error, el expresidente decapitó a las escuelas rurales y a los centros artesanales. Estos últimos se mantenían bajo el sistema de Educación Popular Permanente, con la supervisión de una comisión tripartita conformada por el Ministerio de Educación, el Ministerio del Trabajo y la Junta Nacional de Defensa del Artesano, siendo el objetivo ofrecer a los ecuatorianos marginados de la Educación Regular, por falta de recursos económicos, una profesión corta, educándolos integralmente, es decir, que era una excelente oportunidad para poder incluirlos al sistema productivo y dotarles de una fuente de trabajo segura para sustentar su familia.

Pero no solamente los artesanos fueron víctimas, sino los niños de nuestro medio rural que se veían obligados a caminar grandes distancias, usando trochas o caminos tortuosos, para llegar al establecimiento educativo más cercano, es decir, que tenían que sortear incontables penurias por lo que sus padres ante esta realidad a más de la lluvia, las sombras de la noche, y los peligros que entrañan caminar en horas de madrugada o de la noche, decidieron retirar sus vástagos de las escuelas y pasaron a elevar el índice de analfabetos.

Debemos saludar la decisión razonada, prudente, del actual Gobierno de reabrir las escuelas rurales, y alimentamos esperanzas que lo haga con los centros artesanales, enmendando la grosera y desacertada supresión de estos centro educativos, que son la fragua donde se forma el maestro de taller, que a la postre incentiva la producción en las diferentes ramas y consecuentemente aporta al desarrollo del país. (O)