Consecuencias del hijo único en China

Karla Jaramillo Puertas

En 1979, China estableció la política del hijo único con la finalidad de tener control sobre la natalidad, reducir el excesivo crecimiento de la población y respaldar la explosión económica que iniciaba en esa época.

Para el cumplimiento de la medida, el Gobierno Chino tomó algunas medidas como: ofrecer incentivos financieros y laborales, facilitar el acceso a los anticonceptivos. También estableció multas para aquellos que violaran las reglas. Se practicaron abortos forzados y esterilizaciones masivas.

Luego de 36 años de aplicación, la medida fue abolida en 2015. Si bien es cierto hubo el control de la natalidad, la preferencia tradicional del país asiático por los hijos varones provocó que las niñas fueran rechazadas o abandonadas en orfanatos. Además, se practicaron abortos selectivos por género; es decir, ante el embarazo de una niña se practicaba el aborto hasta conseguir embarazarse de un varón.

Consecuentemente, ahora las cifras demuestran que hay un millón y medio más de varones que de mujeres. Lo que está generando problemas psicosociales y desequilibrios entre sexos. Realidad a la que se debe sumar que existe una fuerte presión social para que los jóvenes se casen. Lo que ha inducido que las féminas “alquilen” novios para presentar a su familia ante la dificultad de conseguir pareja.

Otra de los aprietos con los que enfrenta el país asiático es el envejecimiento de la población. “China, el país más poblado del mundo con 1.400 millones de habitantes, envejece a gran velocidad y deja una fuerza laboral reducida para sustentar a una población que cada vez es más vieja y longeva. Algunas provincias ya presentan dificultades para cumplir con los pagos de pensiones”. Señala una nota del New York Times en agosto de año pasado. (O)

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