Ayuno y oración

Manuel Salinas Ordóñez

En algunos momentos de nuestra vida, somos ateos o no creyentes, generalmente en la adolescencia, criticamos las cosas comunes para sentirnos y ser diferentes, sin embargo, con el paso de los años, nos damos cuenta que las corrientes filosóficas pueden tener mucho impacto en la ciencia pero en la espiritualidad del ser humano, la presencia de Dios es innegable.

Muchos afirman que Dios no existe porque no podemos demostrar su existencia física, no obstante, tampoco ellos pueden demostrar que no existe. Quienes tenemos a Dios en nuestras vidas, evidenciamos una fuerza interna y externa invisible que permanentemente nos apoya.

En esta semana santa, se debe reflexionar sobre el ayuno, como la abstinencia de lo que nos agrada o de lo que corrompe, a mi juicio, el ayuno no consiste en dejar de comer carne, consiste en sacrificarse y no hacer lo que se realiza comúnmente, bien puede ofrecerse en ayuno, dejar de usar el celular, dejar las redes sociales y ofrecer tal sacrificio a Dios para obtener el perdón a los pecados.

Miles de años han pasado y los científicos no han podido desvanecer la existencia de Cristo como la encarnación del hijo de Dios que vino al mundo a enseñarnos un solo mandamiento, amar a nuestro prójimo. También nos enseñó una oración que significaba conversar con Dios para alabarle y agradecerle, luego pedirle lo único que necesitamos realmente para vivir, el pan de cada día, porque Dios no existe para darnos lujos ni para hacernos ricos, Cristo murió por nosotros para que nos sean perdonados los pecados y la vida libertina que en aquellos tiempos iba creciendo con mucha facilidad.

El ayuno y la oración son la característica principal de los católicos que lastimosamente recordamos durante una semana o escasos tres días en los que recordamos la presencia de Jesús viendo películas sobre su vida, pasión y muerte y nos alegramos por su resurrección.

El ayuno y la oración significan cambio, una oportunidad de ser mejores cristianos y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, es una nueva oportunidad de vivir mejor y sin pecado, cumpliendo el mandato de Dios. (O)