“Compañero alcalde”

Adolfo Coronel Illescas

Los actos solemnes de posesión tanto del prefecto, Rafael Dávila, la viceprefecta, María José Coronel, como del alcalde Jorge Bailón y los 11 ediles que integran el nuevo cabildo, constituyeron una expresión de esperanza para los citadinos y los pueblos lojanos, que aspiran tener la posibilidad de vivir y no de sobrevivir solamente. Esperanza fundamentada en los desafíos y la responsabilidad pública de las flamantes autoridades, que han comenzado a gobernar, haciendo lo necesario, lo posible, para terminar haciendo lo imposible.

Sin dejar de ser optimistas, esta realidad cercana nos hace pensar que con decisión, capacidad, orden y honestidad es posible una gestión con satisfacción, que dé respuesta a la prosperidad que ha estado esquiva o no consta para Loja entre las prioridades de “el Gobierno de todos”, que hoy nos participa migajas y más ofertas para que no sigamos “aullando” la postergación de nuestro destino.

El prefecto y el alcalde de Loja coinciden en el grave problema económico institucional. Un escritor decía “el dinero se inventa”. ¿Cómo? Con el diálogo y el trabajo de todos los sectores. Arrimando hombro con hombro, para empujar todos a un solo lado, tratando de entender la lógica de la unidad, valor, que no nos cansaremos de repetir, se complica entre nosotros e impide una sana convivencia. El tiempo es corto. Que no se nos vaya en vender nuestras penas, averiguar rebuscas o intrascendencias.

Está claro que las autoridades seccionales ya en funciones, han respondido al reto unificador, para desplazar la espera. El prefecto, Rafael Dávila, dice que gobernará “sin distingos de ninguna clase, sin divisiones perversas entre hermanos”. María José Coronel, viceprefecta, ha reiterado una gestión que le permita tocar el hombro del necesitado, de los sectores sociales menos favorecidos, para quienes tiene “todo el deseo de servirles”. Mientras que el burgomaestre, Jorge Bailón, quiere pasar de las ofertas a los hechos con una filosofía política de “mandar obedeciendo”, por ello y como un gesto para entendernos mejor, pide lo llamemos “compañero alcalde”, en especial cuando de “oír las voces del pueblo” se trate. Yo soy del pueblo. Le tomo la palabra. Compañero alcalde. (O)