Un legado que considerar…

Talía Guerrero Aguirre

Al vivir en una sociedad que tiende a menospreciar la capacidad de productividad de los sesentones y más, me resulta necesario destacar el inspirador aporte que nos ha dejado un hombre, que a sus 88 años no dudó en comprometerse en el gran desafío, como presidente del Consejo de Participación Ciudadana, para descontaminar varios organismos de control, afectados por la corrupción en nuestro país; porque entendió que le estaban robando a dieciséis millones de Ecuatorianos, no solo a él, enfrentándose a un país sumergido en una crisis política, económica y moral.

Me refiero al Dr. Julio César Trujillo V., político valioso que antepuso sin excusas como su delicada salud; el amor a su patria y como dice el vulgo, poniendo “el pecho a las balas”, para afrontar esta delicada situación, tomando importantes decisiones con admirable coraje y caracterizándose por su tenacidad para combatir a tantos delincuentes de cuello blanco, que perjudicaron impunemente al país; lo que le permitió darse el lujo de encararlos públicamente incluso mientras aún ocupaban importantes cargos en el gobierno de turno, y a pesar de los prejuicios existentes hacia las personas de avanzada edad, marcando diferencia con políticos más jóvenes, que rehuyeron tan honorable responsabilidad.

Increíblemente, el Dr. Trujillo murió durante su lucha por alcanzar el objetivo de recuperar la justicia y devolvernos parte de la esperanza perdida por los actos vergonzosos que la deterioraban, sin que le motivara hasta su último día ningún interés económico o material; constituyéndolo por ello para nosotros los de a pie, como uno de los pocos ejecutores de un hecho heroico de esta década, para defender los intereses de todo un pueblo y no del suyo propio; faltándole tiempo más que voluntad porque lamentablemente falleció en días pasados; pero dejando sí, un claro legado para las nuevas generaciones, particularmente a los políticos; al demostrar que a sus 88 años pudo darle honor a su patria ante propios y extraños, y a los adultos mayores para no volver a permitir que se interprete la vejez como sinónimo de pérdida de capacidad, derechos o valores. (O)