Maduramos, no envejecemos…

Talía Guerrero Aguirre

Sigo con mi propósito de incursionar en lo simple del transitar por la vida, liberándome respetuosamente de preocuparme por el crecimiento del déficit fiscal, para quedarme en lo que le pasa a un buen porcentaje de personas como usted o como yo, que aunque así intentemos disfrazar de variadas formas o busquemos evitarlas, no podemos dejar de vivirlas; lo hago con la pretensión de ser parte de, sin caer en una predica sin practicar.

Un ejemplo es el tema de envejecer del que la mayoría preferimos no hablar, porque le tenemos miedo o muchas veces sentimos hasta algo de vergüenza y mejor nos dedicamos a vivir más de las apariencias que de la esencia, desperdiciando los privilegios que el tiempo vivido nos ofrece para ponerlos en práctica en nuestro beneficio.

A propósito les dejo un pedacito de la perceptiva inspiración de José Rodríguez Riofrío, acerca de los años, para su provecho:

“Ahora que a la vida han arribado los años, que se entorpecen los reflejos, que el presente está viejo y que el futuro ha pasado.

Ahora que no vemos ni de lejos el plácido rodar de las carretas

que estorban los poetas y se alargan las aceras.

Ahora que se arrugan las espejos y asechamos las vidrieras

nos queda la alegría de que me esperes y esperarte

Ahora que te amo todavía”.

Reconozcamos también que si bien con los años nuestro caminar se hace más lento, los pasos son más seguros, que envejecer es un proceso que debemos atravesar con la resistencia propia de aceptar que ya no somos los galanes de ayer o las esculturales mujeres que fuimos, pero dejando de empecinarnos en hacer magia para no ver las arrugas del espejo y proponiéndonos simplemente dejar de llamarnos “Viejos” porque nos duele, sino “Maduros” porque sabemos lo que queremos a quien esperamos o no y quién nos ama todavía. Cada etapa de la vida, tiene su propio encanto. (O)