¿Quién ganó y quién perdió?

Salvatore Foti

Cuando se da una confrontación social como la que tuvimos en Ecuador hace semanas, todos los actores salen afectados. El Ejecutivo, por ejemplo, es uno de los más perjudicados del proceso, porque bajó su aceptación, perdió credibilidad y hasta el apoyo de muchos de los que lo sostenían y no aceptaron su flexibilidad en las tratativas. Lo que no gustó a nadie fue también la evidencia de que se llegó a uno de los peores escenarios por falta de previsión e improvisación de los colaboradores más cercanos al Presidente.

Sin embargo, tampoco la Conaie ni las diferentes organizaciones sociales pueden proclamarse ganadoras, pues la protesta, en sí legitima, se tornó demasiado violenta y, lo que es peor, atentó contra la seguridad y la propiedad privada de diferentes empresas, especialmente en las provincias de la Sierra.

Hubo infiltrados y, está claro, también hubo excesos dentro de sus mismas filas, a quienes inclusive se les acusa de obligar a protestar también a los que no querían hacerlo.

A reflexionar. Me gustó la actitud de Policía y los militares quienes, salvo excepciones, estuvieron al pie del cañón dando la cara en Quito y a lo largo del país, sin caer en la tentación de utilizar fuerza letal. Prevalecieron la razón y la capacidad de prever escenarios a las testosteronas.

El país estaba al borde de una guerra civil, pero nadie tiene el valor de decirlo. Contar con gente pensante dentro de las Fuerzas Armadas evitó un baño de sangre. Los que opinan diferente, deberían ver menos películas de Rambo. ¿Cómo se les pudo destituir a la cúpula militar cuya culpa sería la de haber reaccionado en emergencia a las malas decisiones políticas de los que ni siquiera se quedaron en Quito?

Ganaron, según yo, Lasso por su coherencia y Yunda por su visión; perdieron los políticos de Guayaquil. Todos y todas. Pero perdimos los ciudadanos indefensos expuestos a los saqueos, a que se atente en contra de nuestra integridad y la de nuestras familias. Fuimos abandonados a nuestra suerte dentro de una situación que no causamos. Esto deja secuelas. Se necesita urgentemente de una robusta política de Estado.

[email protected]

Salvatore Foti

Cuando se da una confrontación social como la que tuvimos en Ecuador hace semanas, todos los actores salen afectados. El Ejecutivo, por ejemplo, es uno de los más perjudicados del proceso, porque bajó su aceptación, perdió credibilidad y hasta el apoyo de muchos de los que lo sostenían y no aceptaron su flexibilidad en las tratativas. Lo que no gustó a nadie fue también la evidencia de que se llegó a uno de los peores escenarios por falta de previsión e improvisación de los colaboradores más cercanos al Presidente.

Sin embargo, tampoco la Conaie ni las diferentes organizaciones sociales pueden proclamarse ganadoras, pues la protesta, en sí legitima, se tornó demasiado violenta y, lo que es peor, atentó contra la seguridad y la propiedad privada de diferentes empresas, especialmente en las provincias de la Sierra.

Hubo infiltrados y, está claro, también hubo excesos dentro de sus mismas filas, a quienes inclusive se les acusa de obligar a protestar también a los que no querían hacerlo.

A reflexionar. Me gustó la actitud de Policía y los militares quienes, salvo excepciones, estuvieron al pie del cañón dando la cara en Quito y a lo largo del país, sin caer en la tentación de utilizar fuerza letal. Prevalecieron la razón y la capacidad de prever escenarios a las testosteronas.

El país estaba al borde de una guerra civil, pero nadie tiene el valor de decirlo. Contar con gente pensante dentro de las Fuerzas Armadas evitó un baño de sangre. Los que opinan diferente, deberían ver menos películas de Rambo. ¿Cómo se les pudo destituir a la cúpula militar cuya culpa sería la de haber reaccionado en emergencia a las malas decisiones políticas de los que ni siquiera se quedaron en Quito?

Ganaron, según yo, Lasso por su coherencia y Yunda por su visión; perdieron los políticos de Guayaquil. Todos y todas. Pero perdimos los ciudadanos indefensos expuestos a los saqueos, a que se atente en contra de nuestra integridad y la de nuestras familias. Fuimos abandonados a nuestra suerte dentro de una situación que no causamos. Esto deja secuelas. Se necesita urgentemente de una robusta política de Estado.

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Salvatore Foti

Cuando se da una confrontación social como la que tuvimos en Ecuador hace semanas, todos los actores salen afectados. El Ejecutivo, por ejemplo, es uno de los más perjudicados del proceso, porque bajó su aceptación, perdió credibilidad y hasta el apoyo de muchos de los que lo sostenían y no aceptaron su flexibilidad en las tratativas. Lo que no gustó a nadie fue también la evidencia de que se llegó a uno de los peores escenarios por falta de previsión e improvisación de los colaboradores más cercanos al Presidente.

Sin embargo, tampoco la Conaie ni las diferentes organizaciones sociales pueden proclamarse ganadoras, pues la protesta, en sí legitima, se tornó demasiado violenta y, lo que es peor, atentó contra la seguridad y la propiedad privada de diferentes empresas, especialmente en las provincias de la Sierra.

Hubo infiltrados y, está claro, también hubo excesos dentro de sus mismas filas, a quienes inclusive se les acusa de obligar a protestar también a los que no querían hacerlo.

A reflexionar. Me gustó la actitud de Policía y los militares quienes, salvo excepciones, estuvieron al pie del cañón dando la cara en Quito y a lo largo del país, sin caer en la tentación de utilizar fuerza letal. Prevalecieron la razón y la capacidad de prever escenarios a las testosteronas.

El país estaba al borde de una guerra civil, pero nadie tiene el valor de decirlo. Contar con gente pensante dentro de las Fuerzas Armadas evitó un baño de sangre. Los que opinan diferente, deberían ver menos películas de Rambo. ¿Cómo se les pudo destituir a la cúpula militar cuya culpa sería la de haber reaccionado en emergencia a las malas decisiones políticas de los que ni siquiera se quedaron en Quito?

Ganaron, según yo, Lasso por su coherencia y Yunda por su visión; perdieron los políticos de Guayaquil. Todos y todas. Pero perdimos los ciudadanos indefensos expuestos a los saqueos, a que se atente en contra de nuestra integridad y la de nuestras familias. Fuimos abandonados a nuestra suerte dentro de una situación que no causamos. Esto deja secuelas. Se necesita urgentemente de una robusta política de Estado.

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Salvatore Foti

Cuando se da una confrontación social como la que tuvimos en Ecuador hace semanas, todos los actores salen afectados. El Ejecutivo, por ejemplo, es uno de los más perjudicados del proceso, porque bajó su aceptación, perdió credibilidad y hasta el apoyo de muchos de los que lo sostenían y no aceptaron su flexibilidad en las tratativas. Lo que no gustó a nadie fue también la evidencia de que se llegó a uno de los peores escenarios por falta de previsión e improvisación de los colaboradores más cercanos al Presidente.

Sin embargo, tampoco la Conaie ni las diferentes organizaciones sociales pueden proclamarse ganadoras, pues la protesta, en sí legitima, se tornó demasiado violenta y, lo que es peor, atentó contra la seguridad y la propiedad privada de diferentes empresas, especialmente en las provincias de la Sierra.

Hubo infiltrados y, está claro, también hubo excesos dentro de sus mismas filas, a quienes inclusive se les acusa de obligar a protestar también a los que no querían hacerlo.

A reflexionar. Me gustó la actitud de Policía y los militares quienes, salvo excepciones, estuvieron al pie del cañón dando la cara en Quito y a lo largo del país, sin caer en la tentación de utilizar fuerza letal. Prevalecieron la razón y la capacidad de prever escenarios a las testosteronas.

El país estaba al borde de una guerra civil, pero nadie tiene el valor de decirlo. Contar con gente pensante dentro de las Fuerzas Armadas evitó un baño de sangre. Los que opinan diferente, deberían ver menos películas de Rambo. ¿Cómo se les pudo destituir a la cúpula militar cuya culpa sería la de haber reaccionado en emergencia a las malas decisiones políticas de los que ni siquiera se quedaron en Quito?

Ganaron, según yo, Lasso por su coherencia y Yunda por su visión; perdieron los políticos de Guayaquil. Todos y todas. Pero perdimos los ciudadanos indefensos expuestos a los saqueos, a que se atente en contra de nuestra integridad y la de nuestras familias. Fuimos abandonados a nuestra suerte dentro de una situación que no causamos. Esto deja secuelas. Se necesita urgentemente de una robusta política de Estado.

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