El arte de conversar

Eduardo Puertas

La comunicación humana es un proceso dinámico y evolutivo del pensamiento, es un elemento básico y necesario para una auténtica convivencia social. La conversación es un intercambio de información (verbal y no verbal) entre dos o más personas; y en esta acción las palabras revelan una gran cantidad de ideas, pensamientos, emociones, sentimientos, aspiraciones, etc., que son el reflejo de las personas con la realidad, expresada en códigos que usamos dentro de la sociedad, y llamamos lenguaje.

Lamentablemente, las formas que usamos para comunicarnos, se han ido ensuciando irresponsablemente, y lo peor del caso, es que esto no parece preocuparnos. En algunos adagios populares, se manifiesta esta idea más claramente, cuando se dice que cada persona arroja de su boca lo que tiene dentro de sí misma, en lo que hay mucha razón. Cada persona opina y se expresa de acuerdo al filtro con que ve el mundo, a veces empañado, otras veces indecoroso, y en otras tan lúcido como nos esforcemos que sea. Las palabras pueden destruir o edificar, tanto como uno lo permita realizar. De ahí la responsabilidad de fomentar la construcción de una sociedad más real y funcional a través del poder de la palabra, y consecuentemente del acto de conversar. La acción de codificar las palabras, organizar ideas y pensamientos, y escoger el tono y forma de estos códigos, se puede convertir en un verdadero arte.

Finalmente, es preciso enunciar que no se puede considerar la habilidad de conjugar ideas relevantes en nuestras conversaciones, sin antes poder comprender que para saber hablar, hay que saber escuchar. No hay nada tan incómodo, que emitir palabras en una dirección sin la opción de poder alimentarlas con las opiniones contrarias (O).

[email protected]

Eduardo Puertas

La comunicación humana es un proceso dinámico y evolutivo del pensamiento, es un elemento básico y necesario para una auténtica convivencia social. La conversación es un intercambio de información (verbal y no verbal) entre dos o más personas; y en esta acción las palabras revelan una gran cantidad de ideas, pensamientos, emociones, sentimientos, aspiraciones, etc., que son el reflejo de las personas con la realidad, expresada en códigos que usamos dentro de la sociedad, y llamamos lenguaje.

Lamentablemente, las formas que usamos para comunicarnos, se han ido ensuciando irresponsablemente, y lo peor del caso, es que esto no parece preocuparnos. En algunos adagios populares, se manifiesta esta idea más claramente, cuando se dice que cada persona arroja de su boca lo que tiene dentro de sí misma, en lo que hay mucha razón. Cada persona opina y se expresa de acuerdo al filtro con que ve el mundo, a veces empañado, otras veces indecoroso, y en otras tan lúcido como nos esforcemos que sea. Las palabras pueden destruir o edificar, tanto como uno lo permita realizar. De ahí la responsabilidad de fomentar la construcción de una sociedad más real y funcional a través del poder de la palabra, y consecuentemente del acto de conversar. La acción de codificar las palabras, organizar ideas y pensamientos, y escoger el tono y forma de estos códigos, se puede convertir en un verdadero arte.

Finalmente, es preciso enunciar que no se puede considerar la habilidad de conjugar ideas relevantes en nuestras conversaciones, sin antes poder comprender que para saber hablar, hay que saber escuchar. No hay nada tan incómodo, que emitir palabras en una dirección sin la opción de poder alimentarlas con las opiniones contrarias (O).

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La comunicación humana es un proceso dinámico y evolutivo del pensamiento, es un elemento básico y necesario para una auténtica convivencia social. La conversación es un intercambio de información (verbal y no verbal) entre dos o más personas; y en esta acción las palabras revelan una gran cantidad de ideas, pensamientos, emociones, sentimientos, aspiraciones, etc., que son el reflejo de las personas con la realidad, expresada en códigos que usamos dentro de la sociedad, y llamamos lenguaje.

Lamentablemente, las formas que usamos para comunicarnos, se han ido ensuciando irresponsablemente, y lo peor del caso, es que esto no parece preocuparnos. En algunos adagios populares, se manifiesta esta idea más claramente, cuando se dice que cada persona arroja de su boca lo que tiene dentro de sí misma, en lo que hay mucha razón. Cada persona opina y se expresa de acuerdo al filtro con que ve el mundo, a veces empañado, otras veces indecoroso, y en otras tan lúcido como nos esforcemos que sea. Las palabras pueden destruir o edificar, tanto como uno lo permita realizar. De ahí la responsabilidad de fomentar la construcción de una sociedad más real y funcional a través del poder de la palabra, y consecuentemente del acto de conversar. La acción de codificar las palabras, organizar ideas y pensamientos, y escoger el tono y forma de estos códigos, se puede convertir en un verdadero arte.

Finalmente, es preciso enunciar que no se puede considerar la habilidad de conjugar ideas relevantes en nuestras conversaciones, sin antes poder comprender que para saber hablar, hay que saber escuchar. No hay nada tan incómodo, que emitir palabras en una dirección sin la opción de poder alimentarlas con las opiniones contrarias (O).

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Eduardo Puertas

La comunicación humana es un proceso dinámico y evolutivo del pensamiento, es un elemento básico y necesario para una auténtica convivencia social. La conversación es un intercambio de información (verbal y no verbal) entre dos o más personas; y en esta acción las palabras revelan una gran cantidad de ideas, pensamientos, emociones, sentimientos, aspiraciones, etc., que son el reflejo de las personas con la realidad, expresada en códigos que usamos dentro de la sociedad, y llamamos lenguaje.

Lamentablemente, las formas que usamos para comunicarnos, se han ido ensuciando irresponsablemente, y lo peor del caso, es que esto no parece preocuparnos. En algunos adagios populares, se manifiesta esta idea más claramente, cuando se dice que cada persona arroja de su boca lo que tiene dentro de sí misma, en lo que hay mucha razón. Cada persona opina y se expresa de acuerdo al filtro con que ve el mundo, a veces empañado, otras veces indecoroso, y en otras tan lúcido como nos esforcemos que sea. Las palabras pueden destruir o edificar, tanto como uno lo permita realizar. De ahí la responsabilidad de fomentar la construcción de una sociedad más real y funcional a través del poder de la palabra, y consecuentemente del acto de conversar. La acción de codificar las palabras, organizar ideas y pensamientos, y escoger el tono y forma de estos códigos, se puede convertir en un verdadero arte.

Finalmente, es preciso enunciar que no se puede considerar la habilidad de conjugar ideas relevantes en nuestras conversaciones, sin antes poder comprender que para saber hablar, hay que saber escuchar. No hay nada tan incómodo, que emitir palabras en una dirección sin la opción de poder alimentarlas con las opiniones contrarias (O).

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